«Así que considerando que él siempre había sido un patriota, antes de cobrar un día más su pensión se pegó un tiro».
Un hombre de bien
«Ahora somos treinta y cinco en clase, le dice a su madre cuando ella se interesa por el inicio del curso. Muchos, comenta la madre entristecida».
Las reinas de Castilla
«Parrasio de Á‰feso, pintor ateniense compró un viejo esclavo de Olimpo para que le sirviese como modelo. Dicen que inventó la pornografía pintando desnuda a la prostituta Teodotea, su amante».
Parrasio Mira
Carmen Botello no ha venido a decirnos lindezas ni para andarse con paños calientes: Mal Invierno es lo que su título anuncia: la época más dura del año, fría, seca, y además una época mala, es decir, peor aún de lo que suele ser. No sabemos si el hecho de que adjetivo preceda al nombre lo convierte en un epíteto, pero creemos lo contrario: este invierno del que se nos habla es especialmente nefasto, y eso es lo que quiere contarnos la autora. Y además lo es por culpa nuestra, es decir, por culpa de todos, aunque de unos más que de otros.
Los nanorrelatos contenidos en esta colección demoledora,( Mal Invierno. Carmen Botello. Editorial El Nadir), siguen aquel principio según el cual el cuento debe ganarse por K.O., es decir, con un gran golpe de efecto, mientras la novela puede ganarse por puntos debido a su extensión y dilatación. Estos cuentos nos hablan de niños a los que ya no puede pagárseles un colegio de pago y tienen que ir a clases más numerosas como son las que hay en la educación pública, perdiendo, por lo tanto, atención del profesorado y calidad de enseñanza; de pensionistas que hacen equilibrios para llegar a fin de mes o planean asesinar a sus parejas para tener un mayor desahogo económico; de personajes históricos que experimentan con el dolor humano…
Carmen Botello no contemporiza. No ve grises en el momento en que vivimos. Ve blancos y negros. El blanco de la nieve; el negro de la avaricia humana. En Sólo el silencio de la nieve nos dice:
“El único silencio que me parece comprensible es el de la nieve. El resto es connivencia”.
Y en Curva de morbilidad nos habla de gobiernos crueles y fríos manejadores de estadísticas: «Cuando vimos que los trabajadores morían pronto, decidimos ofrecer a la opinión pública un anticipo de nuestra caridad, y comenzamos a jubilarlos, apenas unos días antes de que fallecieran».
Por otra parte El mar, La luz, Liofilizados… Nos hablan, de una y otra forma, de los consejos ecologistas, de un futuro sin naturaleza ni energía que nos provea, destrozada por el calentamiento global, depauperada, agotada por un mal uso, un avaricioso uso de los recursos por parte del ser humano, que parece una plaga, un virus, una langosta que come por pura gula hasta la destrucción.
Escritos con amor por la Historia, de la que se intentan sacar lecciones, con una pulcritud literaria impecable, con una gran conciencia social, con una clara veta ideológica, estos cuentos tan «negros» intentan echar luz sobre el gran inverno en el que estamos convirtiendo nuestro futuro humano terráqueo. Voces como esta, dotadas de gran valor literario, son capaces de movilizar conciencias, de activar reflexiones y cambiar actitudes. Aunque el libro es sombrío porque deja un ánimo bajo, es una obra necesaria, escrita con pasión y convencimiento, rotunda y profunda. Se puede creer que Carmen Botello exagera (o no) para levantar nuestras conciencias; se puede estar de acuerdo o no (seguramente Merkel no lo estaría), pero es un placer leerla y descubrir escritores de calidad que escriben valerosamente y luchan por lo que creen con las palabras.