Tengo a bien aproximar hoy a esta bendita pantalla, el recuerdo de un hijo de Huelva que en la época en que yo lo conocí –de vista, como se dice- contribuyó a reforzar aún más el intríngulis que yo mantenía con el mundo de los libros y sus personajes. Por ello, traer ahora a Manuel Pizán, a Manolo Pizán, es como acercaros una porción pequeñita de la historia de aquella Huelva –un tanto grisácea y ya lejana, pero artística donde las hubiera- en la que los músicos, los pintores y los poetas onubenses, muchos de ellos reunidos en torno al denominado Grupo Santafé, se miraban de frente, sostenían esperanza tras esperanza, desparramaban el mismo brío y se mecían como barquitas multicolores por los azules y los blancos de un universo marinero y mágico. Eran años en los que se sucedían los conciertos, las exposiciones y las veladas poéticas; y en los que esta ciudad nuestra de cada día vibraba en un arrebato cultural inigualable. Pues que de entre esos moldeadores del alma, la figura de Manuel Pizán emerge en el tiempo cual carabela de plata surcando mares de olas bravas.
Onubense, de la Isla Chica, del Conquero, del Paseo del Chocolate, de la Punta del Sebo, del Tinto y del Odiel, Manuel Pizán estudió en la Universidad Central de Madrid en donde ejerció como profesor en la cátedra de Historia de la Filosofía Española, a la vez que obtenía el título de la Escuela Oficial de Periodismo con el número uno de su promoción. Fue codirector del Seminario de Literatura Española Actual que se formó en el CSIC. Becado por el gobierno egipcio, estudió en la Universidad Al Azhar de El Cairo. Viajero incansable, pudo ensanchar su horizonte cultural e impregnarse de humanidad por Europa, Oriente Medio y África del Norte. Poeta y periodista. Cultivó con valentía el periodismo de la verdad. Perteneció al diario Pueblo, de donde tuvo que salir, por discrepancia en las ideas, y a causa de una entrevista que le hizo a Emilio Romero. Formó parte del cuerpo editorial y la redacción del recordado rotativo Madrid, colaborando al mismo tiempo en importantes publicaciones de carácter nacional, como la revista Don Quijote. De sus libros tendríamos que destacar: Canto Nuevo (poesía), El poder y la oposición (libro de entrevistas muy comprometido), y los ensayos El joven Unamuno y Los hegelianos en España y otras notas críticas.
Pero nuestro Manuel Pizán, Manolo Pizán, se nos alejó de las marismas a edad muy temprana y en callado movimiento. Y en su despedida, y como no podía ser de otra manera, nos dejó clavado para siempre un descriptivo y hermoso lamento: Acaso pregunten por mí las cíclicas / las eternas golondrinas / ¿qué fue de Manolo, aquel poeta / que quería tener alas y volar / muy lejos con nosotras? Solo / las contestará el silencio malva de la tarde. Y es que si traigo a la memoria a Manuel Pizán, a Manolo Pizán, es porque hoy lo he vuelto a ver desde la ventana gris de mi casa de la plazoleta, con su paso largo, con unos cuantos libros bajo el brazo, un tanto cabizbajo; que de seguro va a encontrarse, como casi todas las tardes, con sus camaradas de sueños del Grupo Santafé, por bajo de San Pedro, en el Paseo del Chocolate.