IncreÃble pero cierto
La Iglesia Católica se jacta literalmente de escuchar y dialogar con todas las personas, presentando la vida cristiana con una estética moderna de acorde con el siglo en el que vivimos, según palabras recientes del Monseñor Carlos Osoro.
Éstas y otras frases han sido publicadas en varios medios hace tan sólo un par de semanas, y en concreto, en las redes sociales de la parroquia de Santa Maria del Remei (ubicada en la Plaza de la Concordia de Barcelona), y a la que yo me refiero en este penoso artÃculo.
Al parecer, éstos últimos no han tenido las palabras del Monseñor en demasiada consideración, ni por lo que se refiere a la comunicación abierta ni por lo que se refiere al trato hacia la juventud, siendo nosotros el futuro de esta sociedad.
Esta tarde (por el 18 de septiembre) a eso de las 20 horas, tras dar un paseo por la Plaza de la Concordia he decidido entrar en esta parroquia. Con el teléfono móvil en silencio y muy discretamente, he caminado por el largo pasillo para no disturbar a las personas que se encontraban repartidas en diversos bancos. Gente que pensaba en sus cosas o rezaba a su manera, los unos lejos de los otros.
Unos metros más adelante, he escogido un rincón para sentarme. A 10 metros de mÃ, una decena de ancianos repetÃa sus rezos con fervor y en voz alta. Al unÃsono.
Cuál es mi sorpresa cuando se acerca un cura y me pregunta literalmente: “Perdone, ¿quiere algo?†Yo, que suelo tener respuestas para todo, pero que he quedado realmente estupefacta, contesto con una sonrisa: “No, gracias estoy bienâ€.
Me mira con ojos de lo que a mà me parece desprecio y me pregunta: “¿Qué hace?â€. Yo simplemente estaba allÃ. Atónita. Le contesto como acto reflejo: “Rezarâ€. Su respuesta es una mirada frÃa de desconfianza como si yo fuera un bicho raro. En ese momento me pregunto si estoy haciendo algo que vaya contra las normas de la iglesia, pero sé perfectamente que llevo vestido largo, pelo recogido, estoy calladita y a lo mÃo… No comprendo nada.
Él prosigue: “ ¿Rezando? ¿Qué reza? ¿Cómo reza?â€. Le respondo que hablo con Dios en 3 palabras cortas y llenas de pura vergüenza ajena. Él me devuelve una mirada más insolente que la anterior y me replica como un niño de 5 años al que su mamá le obliga a bajarse del columpio: “Pero es que la gente está rezando ahà en grupoâ€. Me defiendo, no sé ni por qué, diciéndole que esas personas están rezando al unÃsono el padre nuestro y que no es lo que quiero. Y cierra la conversación de un portazo diciéndome que “aquà no se puede estarâ€. “Lo siento, no sabÃa que justo en este trozo no podÃa estarâ€, respondo con cara pasmada.
Él se va feliz, desparece por una puerta y acaba con el enorme problema que amenazaba su mundo cuadrado que armoniza a la perfección. Excepto yo. Al parecer yo desentonaba.
Respeto todo tipo de religión, he viajado por todo el mundo y he tenido el privilegio de sentarme en primera fila del templo hinduista más antiguo de Singapur, de acudir a iglesias presbiterianas en Miami; tengo amigos musulmanes y el fin de semana pasado asistà a una boda judÃa multirracial de una gran amiga.
Santa Maria del Remei, ¿qué te pasa que no compartes el amor de Dios con tu prójimo?
El Dios que vive en mà es infinito y su amor inagotable.