Fomentar la demanda de nuevas intervenciones cada vez más baratas y disponibles impulsará la salud de países en desarrollo, dice Charles Kenny.
La sabiduría convencional dice que mientras más ricos más saludables: vivir más tiempo es caro, por lo tanto el camino más rápido para que los habitantes de un país tengan mejor salud es el desarrollo económico.
Hay mucho a favor de este argumento. Buena nutrición, vivienda, hospitales: todos ellos cuestan dinero. Y, sin duda, a ello se debe en gran parte que las expectativas de vida en los países de altos ingresos sean de veinte años más que en los de menor ingreso, según datos del Banco Mundial. Incluso dentro de esos países, las encuestas de hogares sugieren que las familias ricas viven más y son más saludables que las pobres.
Sin embargo, la buena noticia es que el ingreso es solamente un factor, y no precisamente el más importante, para explicar los resultados globales de salud. No se necesita mucho dinero para tener una vida larga y saludable incluso en los países más pobres. El reto consiste en garantizar que un paquete básico y barato de intervenciones de salud esté disponible para todos y sea usado por todos.
Cada vez más al alcance de la mano
Los datos de las encuestas señalan que se pueden entregar servicios básicos de atención primaria de salud en áreas rurales a muy bajo costo, por ejemplo, US$2,82 por persona en Camboya y US$6,25 en Guatemala. [1]
Intervenciones baratas como vacunación, mejor higiene, mosquiteros, rehidratación oral, lactancia materna, medicamentos contra la malaria y antibióticos pueden prevenir o reducir las altas tasas de muertes de niños de países en desarrollo, debido a enfermedades contagiosas como sarampión, malaria, sepsis y diarreas.
Mejor aún, el costo ha ido disminuyendo a través del tiempo a medida que han ido apareciendo enfoques simples y económicos. Por ejemplo, una mezcla de azúcar, sal y agua para rehidratación oral puede prevenir la mayor parte de muertes por diarrea y puede ser administrada por cualquier persona. Este simple tratamiento ha reemplazado en gran medida a la solución salina intravenosa que anteriormente tenía que ser administrada por una enfermera.
Más recientemente, en los dos últimos años, las agencias donantes y los gobiernos de los países en desarrollo han comenzado a aplicar la primera vacuna contra cepas comunes de la enfermedad neumocócica en dichos países. La dosis de esta vacuna, contra la principal causa de muerte global de los niños menores de cinco años, cuesta solamente US$3,50.
El bajo costo de estas intervenciones significa que pueden distribuirse rápidamente incluso en algunas de las áreas más pobres y remotas del mundo. Por ejemplo, entre 1974 y 2000, el nivel de inmunización contra seis enfermedades —sarampión, difteria, tos ferina, tétanos, tuberculosis y polio— aumentó de cinco a 80 por ciento entre los recién nacidos del mundo.
Mejoras espectaculares
Como resultado de la expansión de la cobertura de vacunación, el número de casos de sarampión en el mundo, reportado a la OMS, disminuyó de 4,5 millones a comienzos de los años ochenta a menos de 400.000 en 2010.
Es por eso que incluso los países muy pobres están viendo mejoras espectaculares en sus indicadores de salud. Mi colega Ursula Casabonne y yo, estimamos recientemente que la mortalidad de niños de un país con un ingreso per cápita de US$1.000 era de 22,4 por ciento en 1975, pero disminuyó a 16,3 por ciento en 2005.
Esto es parte de una tendencia global para obtener mejores resultados de salud detectada por primera vez por Samuel Preston hace treinta y cinco años [2]. Preston encontró que, mientras los países más ricos se mantenían más saludables que los países pobres, los países con el mismo nivel de ingresos a través del tiempo mejoraban de manera importante sus indicadores de salud.
El despliegue de intervenciones sencillas y baratas ayuda a explicar la débil relación entre las tasas de mejora de la salud y la tasa de crecimiento económico entre los países y, por lo tanto, la importancia de otros factores además de la riqueza. También explica la rápida mejora de la salud mundial, a pesar del número decreciente de camas de hospital por persona en el mundo.
Impulso a la demanda
Pero una mejoría en la salud también requiere cambios desde el lado de la demanda, quizá lo más subestimado por la comunidad de desarrollo. Requiere de padres que apuesten por la lactancia materna; que lleven a sus hijos a vacunar; los protejan con mosquiteros; exijan a sus hijos usar jabón (y ellos también lo usen); y apelen a la rehidratación oral para tratar la diarrea.
Los datos de una encuesta realizada en 45 países de bajos ingresos muestran que la prevalencia de enfermedades comunes tenía poco poder para explicar si un niño vivía o moría. Pero educar a los padres para que busquen el tratamiento adecuado podía disminuir la mortalidad infantil en casi un tercio. [3]
Esto sugiere que las agencias de desarrollo y los formuladores de políticas deberían pasar más tiempo explorando vías para mejorar la apropiación de las prácticas e innovaciones de salud.
Numerosas intervenciones sencillas desde el lado de la demanda de salud se muestran promisorias. Por ejemplo, proporcionar una bolsa de lentejas a los padres que llevan a vacunar a sus hijos mejora considerablemente las tasas de vacunación. Y aprendizajes diseñados cuidadosamente, basados en la comunidad, para las madres embarazadas sobre preparación para el parto, partos no contaminados, lactancia materna y reconocimiento de señales de peligro pueden reducir significativamente las muertes neonatales.
Los sistemas de salud en los países en desarrollo necesitan ser mejorados, pero eso es solamente una parte de la batalla. Para mejorar la salud no es necesario esperar el desarrollo económico. Tampoco requiere una red extensa de hospitales con médicos.
Lo que sí requiere es un amplio acceso a herramientas y servicios básicos de salud, sobre todo programas de vacunación, parteras y sanatorios abastecidos con antimaláricos y antibióticos básicos. El desarrollo de intervenciones nuevas y de bajo costo, y el impulso de su demanda, es parte vital de la reducción de la mortalidad en todo el mundo.
Charles Kenny es directivo del Centro para el Desarrollo Global con sede en Washington D.C. Es autor de Getting Better: Why Global Development is Succeeding (Sentirse mejor: ¿por qué tiene éxito el desarrollo global?) (Basic Books, 2011) y, con Ursula Casabonne, de The Best Things in Life are Nearly Free: Technology, Knowledge and Global Health (Las mejores cosas en la vida son casi gratis: tecnología, conocimiento y salud global) (de próxima aparición en Desarrollo Global).
REFERENCIAS
[1] Loevinsohn,B and Harding, A. Buying results? Contracting for health service delivery in developing countries. The Lancet: 676–681 (2005) [75,2kB] [2] Preston, S. H. Causes and Consequences of Mortality Declines in Less Developed Countries during the Twentieth Century [1MB]. In Population and Economic Change in Developing Countries (Ed. Easterlin, R.A.). University of Chicago Press (1980)[3] Boone P. and Zhan Z. Lowering Child Mortality in Poor Countries: The Power of Knowledgeable Parents [705kB]. (2006)
Charles Kenny
SciDev.Net
17 enero 2012