España es un país tradicionalmente atrapado por fuerzas enemigas de la vida…
…un lugar extraño donde a lo largo de su historia ser poeta y no admitir el juego de la oscuridad es asumir vivir con riesgos.
No hace falta recordar a Juan de la Cruz, que sufrió cárcel, y lo mismo sucedió a Quevedo. Y en fechas más recientes, ¿quién no recuerda a Antonio Machado, obligado a exiliarse y prematuramente muerto por ello, o a Miguel Hernández y su trágico destino en las cárceles franquistas? Y la lista es muy incompleta.
Hoy nos centramos en otro gran poeta vilmente asesinado en la madrugada del 18 al 19 de este mes hace 80 años por ser poeta, republicano y homosexual, tres razones para andarse con cuidado en esta España que aún no termina de salir de las cavernas.
Aquí es tétrica costumbre secular arremeter contra los disidentes más molestos y luego encumbrarles presentándolos como ejemplos del esplendor intelectual del país.
La hipocresía nacional no tiene límites.
Va por Federico.
MUERTE DE UN POETA
(A la memoria de Federico)
Se oyeron aldabonazos
En la noche deslunada
Y voces de seco aguardiente
Escupieron las llamadas.
Se oyeron aldabonazos
Cruzando el umbral del alma.
Y en la noche verdinegra
Pasos de espuela atronaban.
A la luz de los candiles
Se vieron cruzar las calles
Serias camisas pardas,
Y flores de charol negro
Volaron sobre las tapias.
(Un presagio de amapolas
Incendió la balconada).
Hubo pocas preguntas,
Que para el juicio sobraban.
Las estrellas en la noche
Quisieron fugarse al alba
Con una venda en los ojos
Y el ángel que las cabalga.
Cuatro disparos sonaron
Como cuatro dentelladas.
Grito de amargo cuchillo
Atravesó su garganta,
Se expandió por las esferas,
Se creció en las barrancadas,
Y salpicó de amapolas
Paisajes de rosas blancas.
Mataron, a Federico
Los que a las sombras aclaman.
Mataron a Federico,
Pero brotó su palabra
En un cielo de canela
con olores de albahaca
Y baja por siempre a la Tierra
En la misma madrugada.
Y no calla. Y no calla.
Y no calla.