Cultura

Mi no tan querido amigo Oscar

Glenn Close - Alfombra roja 2012

Hace un día más o menos, hora arriba hora abajo, Oscar, el más famoso dentro del mundo cinematográfico, ofrecía una ceremonia en el Kodak Theater de Los Ángeles para pavonearse entre las grandes estrellas de cine… o quizás no tan grandes como ellas creen.

Me coloqué ante el televisor dispuesta a disfrutar de un desfile de glamour y talento, con ilusión y esas cosquillitas que siente un niño pequeño ante la llegada de los Reyes Magos. Pero toda aquella magia fue desapareciendo poco a poco.

No me considero una desconocida del séptimo arte, todo lo contrario. Me apasiona y estudio asiduamente amplias filmografías de directores, productores, actores… historia de cine con sus corrientes estilísticas, evoluciones e influencias, y soy capaz de contar anécdotas curiosas de las que conoce muy poca gente. Sin embargo, ayer todo me resultaba desconocido, todo carecía de interés, porque las grandes estrellas no parecen querer ya pasearse por la alfombra roja ni siquiera para lucir palmito o para deleitar a la humanidad con su presencia.

No busqué el glamour de los años 40 o 50 puesto que se quedó allí, en esa época dorada que jamás volverá, pero quizás un atisbo de elegancia, de rostros talentosos que realmente merecieran estar allí… pocos, muy pocos fueron los que verdaderamente merecieron ese honor, ese triunfo… o, quizás, no sea tal el honor y ésa sea la única explicación que haya para justificar la escasez de todo aquello que fue.

Hacia la mitad de la noche recordé que cada año me digo lo mismo. No volveré a ver la gala de los Oscars, no merece la pena perder una noche de sueño para obtener una prueba más de la decadencia social reflejada en el materialismo y las absurdas banalidades de las que presumen a lo grande sobre la alfombra roja.

Christopher Plummer - Oscar mejor actor secundario 2012

Sin embargo, el premio a Christopher Plummer me pareció más que merecido. Todo un caballero que superaba con creces a la ceremonia, y que destila humildad por los cuatro costados. Y si hablamos de humildad, he de referirme a la grandísima entre las enormes, Glenn Close, que representa en toda su trayectoria la injusticia de la que están hechos los cimientos de la academia. Tantos y tantos grandes que quedaron a la espera del galardón (Richard Burton, Joseph Cotten, Greta Garbo, Sigourney Weaver o Ernst Lubitsch entre miles) y tantos y tantos que no se lo merecieron y obtuvieron… y tantos que simplemente lo compraron… y tantos que repitieron más por costumbre que por talento.

Mi querida Glenn Close se ha superado a sí misma (si eso es posible después de verla en Sunset Bulevard) interpretando a Albert Nobbs, un hombre que es mujer y que, sin embargo, es hombre, pero que, sea lo que sea, tiene un sueño por el que luchar y entonces da igual su género y hasta desaparece Glenn Close en una impresionante transformación absolutamente merecedora de todos los elogios y premios posibles.

Glenn Close como Albert Nobbs

Ayer, Glenn Close perdió, una injusta vez más, ante la siempre sobreactuadísima y sobrevaloradísima Meryl Streep, y con ella perdió Oscar la poca credibilidad que le quedaba.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.