“En mis tiempos se luchaba por una causa, lo de ellos es mero entretenimiento”. Harry Brown se refiere a los cambios de la sociedad, a los valores y respetos perdidos y al comportamiento del ciudadano. Su causa, por la que él luchó en su época de juventud, era el patriotismo… lo de ellos, lo de hoy, es pelear por pelear.
¿Qué sentido tiene matar a golpes a un tranquilo anciano que se dirige hacia su casa, como todos los días, tras jugar con su amigo al dominó en un bar? Ninguno. Si además hablamos de grabarlo en video por diversión, nos encontramos con el vandalismo y la violencia más gratuitos que nos ha traído la supuesta evolución de la sociedad en el siglo XIX.
Harry Brown es un hombre solitario, jubilado y ex militar, que se siente desolado tras la muerte de su amigo a manos de unos jóvenes descarriados que venden su vida por sexo, drogas y crimen. Poco a poco y frente a la pasividad de la policía frente al caso, Brown comienza a tomar cartas en el asunto y se verá así envuelto en peligrosas situaciones, afrontándolas con valentía y pasando por la muerte de puntillas.
Este argumento sencillo y muy asimilado ya por los espectadores, nos lleva a Clint Eastwood o a Charles Bronson tomándose la justicia por su mano y no podemos evitar recordar esas míticas escenas de Harry El Sucio (1971), Deuda de Sangre (2002), El justiciero… (1974) o la más reciente Gran Torino (2008). Clint Eastwood parecía hecho a medida para estos papeles y lo cierto es que aquella Smith & Wesson le quedaba a Harry Callahan como anillo al dedo, por esto no podemos dejar de ver su rostro tras el nombre de Harry Brown. Sin embargo, y aunque no estamos muy acostumbrados a ver al británico Michael Caine pistola en mano (ya en la Get Carter de 1971 se adueñó de la justicia), éste aparece magnífico en su papel de Harry Brown y muestra, una vez más, clase y talento ante la cámara. Cabe decir, además, que la ambientación sucia y gris, acorde con el argumento, añaden un punto positivo a la visualización del film y así, la fotografía, la música, los efectos especiales y el vocabulario adecuado perfectamente al estatus de cada personaje dan como resultado una película digna de pertenecer al séptimo arte.
Sin embargo, estas historias sobre vengadores deprimidos dispuestos a perderlo todo por hacer justicia cuando en realidad no tienen nada que perder, además de entretener a un público acostumbrado al buen cine de verdad, nos hablan de un problema social para el que no parece haber solución. Es algo tan sencillo como la falta de respeto y la absoluta pérdida de valores frente a la fuerza de la violencia gratuita. Las diversas sociedades que se han desarrollado basándose en el consumismo y los avances tecnológicos han ido descuidando, pensemos que sin querer o sin percartarse, todo aquel buen hacer que caracterizaba las actitudes cordiales y la educación de cualquier persona 50 años atrás. Puede que hayamos estado demasiado preocupados por alcanzar la cima económica y adquirir el absoluto poder que otorga el primer puesto en la carrera del capitalismo, pero hemos dejado atrás muchísimas disposiciones y las consecuencias nos llevan a enfrentarnos cada día al peligro que puede suponer salir a la calle a comprar el pan o volver a casa después de una velada agradable con familiares y amigos.
Este es el mundo en el que vivimos y el mundo en el que vivirán nuestros hijos y nuestros nietos. Un mundo evolucionado, poderoso y digital, con facilidades para obtener información a tiempo real, con ordenadores, teléfonos, cámaras, etc., de última generación y con múltiples avances que aún están por llegar… un mundo en el que la educación es sustituida por la violencia, en el que cualquier persona anónima y decente o incluso desvalida puede ser objeto de burla y maltrato, y hasta de homicidio… un mundo, señores, en el que el respeto no es progreso, es retraso.
Trailer original de Harry Brown:
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