Ella, mi vecina, morena, senos solventes y culo respingón, entró en el ascensor con poderÃo y dijo: “Al sexto, por favorâ€.
Obediente, yo apreté el botón. Entonces me miró, o mejor dicho, me examinó, y la sonrisa que, al fin, se dibujó en su boca carnosa era de aprobación.
“Este no es mi pisoâ€, dije torpemente al llegar al sexto. “Puede serlo, si te apetece tomar un café en mi casaâ€, contestó desenvuelta. Yo supe que a todo ser humano se le concede un milagro y que aquél era el mÃo.
Microrrelato «El ascensor», de JoaquÃnLeguina, de su libro «Cuernos retorcidos»