Cultura

Miradas subterráneas

El metro de Madrid es un silencioso retrato de la superficie. Las personas, en sus cansadas miradas dejan traslucir sus pensamientos, y en una sociedad subterránea, el, para muchos, «tedio de vivir» aflora.

Metro de Madrid

Metro de Madrid. Foto: Daquella manera

El metro avanza presuroso por los túneles madrileños adentrándose en sucesivas negruras. Silencios. Vidas que vienen y van. Niños que, de rodillas sobre el asiento y con ojos como platos, admiran embelesados la oscuridad exterior. Madres preocupadas, ensimismadas, con una mirada derrotada hasta el encerado suelo, aguardan entre sus lánguidos dedos una llamada que no saben si llegará. Ancianos que, con mirada cansina y desengañada contemplan su mellado bastón mientras el tiempo, como siempre, escapando, muere bajo las ruedas del tren. Una chica, con los cabellos despeinados y teñidos de verde rimando con sus pupilas esmeralda, cubierta de piercings, agita la cabeza al ritmo de una música estridente que desborda los auriculares perdiéndose en el atiborrado vagón, y de vez en cuando, cerrando los ojos se evade del momento. Su mochila, deshilachada y entreabierta deja ver los apuntes, que asomando, anuncian que el día que comienza depara algún examen a superar. Las bolsas de sus ojos, exageradas, parecen guardar todo el conocimiento adquirido durante la noche.

Cuarentones ojalateros arrepentidos de no haber hecho otra cosa en sus vidas, monótonamente transcurridas, se aferran a libros electrónicos como salvavidas mientras sus ojos, rojos, de Dios sabe qué, parpadean sin cesar al leer esa tinta móvil que cambia a cada página virtual. Quizás vayan al trabajo, quizás… quién sabe. Sólo ellos saben… En fin, miradas, muchas, miradas cansadas, agotadas, aburridas, desencantadas, busconas, nerviosas, apesadumbradas… miradas que esperan que el metro, con su voz de mujer maquillada y uniformada les advierta de su parada. Bajan, suben, se cruzan, se reflejan, y prosiguen su destino. Tan sólo desde una esquina, una chica, joven, cuyas pupilas parecen navegar en el océano al atardecer se percata de la supuesta “normalidad”. Oye el pitido del metro. El cierre de las puertas. Y la vida, de tantas y tantas personas, vacía, continúa.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.