«Zilphia era una mujer prolija, con un cabello prolijo. Su piel tenía el color del apio y era un poco regordeta, algo flácida. Las gafas aumentaban el tamaño de sus ojos opacos y le daban al rostro un aire de perplejidad y ascetismo. Mientras no llevara un alfiler entre los dedos y nadie la estuviera observando, sus movimientos eran decididos, directos. Pero en la calle, con su sombrero y la ropa que su madre le cosía, todo en ella transmitía la incierta torpeza de los miopes».
Página 34.
«Se dio cuenta de cuán terrible había sido la espera y creer, haber tenido que creer. Nada era tan importante. <<Nada>>, dijo, llorando en silencio, en medio de la oscuridad, dejándose ganar por la tranquilidad y la tristeza, como una niña en el funeral espurio de una muñeca.<< Nada>>».
Página 46.
Hay autores capaces de contar en pocas páginas lo que otros tardarían sagas enteras. Hay autores que saben entender y plasmar el carácter de una sociedad a través de retazos magistrales, puro Renoir en cada pincelada retratando el París de su tiempo. Hay autores que nos cuentan los hechos más terribles y truculentos con el mismo control y meticulosidad con el que describirían la mecánica de un motor: los hechos hablarán por sí mismos, no necesitarán juzgarlos porque se juzgan solos. En fin, Faulkner, genio de la narración es un ejemplo brillante de esos autores y mucho más.
El relato breve Miss Zilphia Gant es una buena muestra.
Hay en este relato una relación terrible, o mejor dicho, unas relaciones familiares terribles. Una madre dominadora (tan frustrante o «castradora» como podría serlo la de Norman Bates; capaz de perseguir a su infiel esposo hasta matarlo); una niña cuya vida es arrebatada por esa madre; violencia, locura… todo en unas medidas «normales», en un entorno hostil. El Sur americano, el Sur que perdió la guerra civil, el Sur del sentido del honor exacerbado, el Sur del calor… y que ha dado algunos de los escritores más renombrados del pasado siglo. Hay un fragmento de la película El príncipe de las mareas que habla de esta Literatura como género local… Un personaje menciona a Faulkner y a Flannery O´Connor, dejando de manifiesto que son autores que le gustan, y uno de los protagonistas le replica diciendo que entonces le gustan el exceso y la excentricidad. Finalmente, un tercero, «el malo de la peli» viene a decir «Es verdad están todos como cabras».
Bien, dejando de lado la falta de respeto, sí que es cierto que para la organizada y cuadriculada mente de un occidental de formas germanas, o un hombre de la competitiva Nueva York, donde el honor no sirve ni para pagarse un café, las formas, la exageración, el sentido desmesurado de la honra, la confusión entre sueño y realidad… rareza a la locura.
En este relato hay también espacio para la importancia del sueño, un sueño que la protagonista llega a confundir con la realidad y que, a poco que nos descuidemos, dejará incluso de estar claramente delimitado para nosotros, lectores que vemos cómo se describe con total normalidad una niña encerrada en una habitación de una única ventana con barrotes salvo que salga acompañada de su madre, madre que monta en cólera cuando la señalan que, por su edad, la niña debería estar escolarizada.
No se puede ignorar, no obstante, que la obra apareció publicada en 1932 y hace referencia a un momento social e histórico complejo, en el que estas «exageraciones» sorprenderían menos que hoy a sus contemporáneos. Aun así el escritor las denuncia con parsimonia, con calma, o al menos con objetividad de observador sin juicio, por lo que no carga las tintas en lo que el lector debe sentir o pensar frente a hechos determinados. Los describe y sigue adelante. Hablan por sí mismos.
El ritmo, que podría decirse trepidante (dos vidas son descritas en pocas páginas), parece seguir una canción sureña, su curso sin contratiempos imprevistos, un hecho significativo detrás del siguiente. No hay sensación de vértigo por los acontecimientos. Parece que estuvieran relatados con las palabras precisas, como si ninguna faltara. Como si nada más pudiera añadirse. Toda la información está ahí.
Uno de esos talentos/dones que sólo surgen del genio.