Uno quiere ver, pero la memoria apenas logra retener fragmentos de ese catálogo de imágenes perdidas. Uno va por la tercera imagen y ya no recuerda la primera. Ver (recordar) es imposible. La literatura resultante es material combustible, auto-combustible. Modos de ver (Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2013), de John Berger (Londres, 1926) está compuesto de espasmos amnésicos. Berger nos avisa ya desde la portada: “La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar. Pero esto es cierto también en otro sentido. La vista es la que establece nuestro lugar en el mundo circundante; explicamos este mundo con palabras”.
Hay ensayos que constan solo de imágenes (2, 4, 6), pero en esencia Modos de ver es un libro compuesto por las transcripciones de Berger de sus miradas sobre la Historia del Arte. Incluye la reproducción de cuadros y fotografías que ilustran dicho paseo. Los cuadros al óleo conviven con las vallas publicitarias. El arte tradicional con el abstracto. Los saltos adelante y atrás en el tiempo, para demostrar una teoría y su opuesta, son constantes. La editorial Gustavo Gili disfruta experimentando con la imagen, el tamaño y estilo de letra, al igual que el propio Berger. La traducción de Justo G. Beramendi hace justicia al original. El prólogo de EulÁ lia Bosch contiene reflexiones acertadas sobre el británico.
Modos de ver aspira a una teoría del arte que sea útil para la formulación de demandas revolucionarias. En ausencia de valores rituales o tradicionales, Berger sostiene que el arte en nuestros días está basado en la práctica política. El sistema de trabajo de su ensayo es similar al empleado por Walter Benjamin en La obra de arte en la era de la reproducción mecánica (1936).
En cierta forma, el ensayo de Berger es un homenaje al opúsculo de Benjamin, cosa que el propio Berger reconoce en la página 42. Al filósofo alemán pertenecen muchos de los conceptos que desarrolla el británico en el ensayo que nos ocupa. Entre otros, la pérdida del aura y la politización del arte, al que Berger dedica el primer ensayo. El aura del arte se identifica con la singularidad, con la experiencia de lo irrepetible. La reproducción técnica destruye dicha “originalidad” y ya no es posible calibrar el valor de un objeto.
La pérdida de la originalidad por la existencia de múltiples reproducciones provoca que el arte se vuelva un objeto cuyo valor no puede ser dimensionado en referencia a su funcionamiento dentro de la tradición. “La falsa religiosidad que rodea hoy las obras originales de arte, religiosidad dependiente en último término de su valor en el mercado, ha llegado a ser el substituto de aquello que perdieron las pinturas cuando la cámara posibilitó su reproducción (…) Si la imagen ha dejado de ser única y exclusiva, estas cualidades deben ser misteriosamente transferidas al objeto de arte, a la cosa”. (p. 31)
Crítico de arte, escritor, pintor y poeta, John Berger ha influido de forma decisiva en la historia de las ideas. Su novela G. ganó en 1972 el Premio Booker. Ese mismo año, la BBC transmitió su serie de televisión Modos de ver (dirigida por Mike Dibb) y publicó el texto que nos ocupa, a modo de acompañamiento. Se utiliza a menudo como texto universitario. Modos de ver prefigura muchas de los temas que desarrollaría Berger en su obra posterior.
Nos ocuparemos aquí de dos de ellos. Por un lado, el asombro ante la belleza natural y artística. A éste concepto dedica el segundo ensayo. Paradójica, y no por ello menos cierta, es su hipótesis de que la mirada masculina, de forma implícita, o explícita, es lo que provoca que se haya pintado tradicionalmente a la mujer desnuda. Esta idea, según Berger, subyace a los anuncios y fotografías de hoy en día. Aguda es su percepción de que una mujer actúa sabiendo, de manera inconsciente, que está siendo vista. “Una mujer debe contemplarse continuamente. Ha de ir acompañada casi constantemente con la imagen que tiene de sí misma. Cuando cruza una habitación o llora por la muerte de su padre, a duras penas evita imaginarse a sí misma caminando o llorando.” (p. 54)
De las casualidades del tiempo y el espacio, otra constante de la obra de Berger, se ocupa el último ensayo. “La publicidad es esencialmente nostálgica. Tiene que vender el pasado al futuro. No puede suministrar niveles adecuados a sus pretensiones. Por ello, todas sus referencias a la calidad son necesariamente retrospectivas y tradicionales” (p. 154). La publicidad, según Berger, toma esta idea del materialismo y de la pintura al óleo tradicional. A diferencia de éste, que mostraba las cosas que el espectador posee, la publicidad muestra lo que el espectador necesita para ser feliz. “La publicidad habla en futuro de indicativo y, sin embargo, la consecución de este futuro se aplaza indefinidamente” (p. 160). La publicidad, según Berger, se utiliza para promover el materialismo, la prosperidad individual y la envidia. Los sujetos de la pintura al óleo, al igual que los anuncios, son sólo herramientas para la constante necesidad de poseer.
Modos de ver no pretende solo la construcción material de una Historia del Arte, sino también la construcción mental del espectador que se reconoce a través de las imágenes y encuentra en ellas los rastros de su pasado. El autoconocimiento es un proceso constante y creciente. Se trata, sin duda, de una construcción cultural, en ocasiones a pesar de sus constructores. Las imágenes y la memoria son patrimonio del espectador. Cambiarlo o destruirlo no es un hecho puramente circunstancial. Pero la memoria, como dijimos al principio, no hace justicia a las imágenes. Los fragmentos resultantes mucho menos, pero al menos están impresos en Modos de ver, y uno puede regresar a ellos siempre que uno quiera.