Paul Valéry (SÁ¨te, 30-X-1871-París, 20-VII-1945) advierte en el «Prefacio» que Monsieur Teste «debe presentar, a quien desee traducirlo a una lengua extranjera, dificultades casi insalvables.» Y no carecía de cierta razón, pues la semántica del texto suscita serios inconvenientes al tomar Valéry los significantes tanto en su significado usual como en el arcaico o en el puramente etimológico. Ante esta propuesta, nos hemos decidido finalmente, en su caso, por recurrir antes a la literalidad de la traslación que a su literariedad. El premeditado caos sintáctico, el uso personalísimo de los recursos prosódicos, la recurrencia sistemática a imágenes y metáforas prolongadas…, hacen de Monsieur Teste un ensayo muy próximo a los arquetipos krausistas, en tanto que adhiere un interés informativo fundamental acerca de cuáles son las claves estilísticas de su autor tanto como en torno a cuál es «la forme la plus compréhensive q’un certain individu puisse donner Á l’ensemble de ses expériences internes ou autres»; y esta forma es —comienza Valéry su cita— la «Philosophie».
Las dificultades traslatorias que deduce Valéry no han impedido, sin embargo, que en 1980 apareciera la primera edición en español traducida por Salvador Elizondo (Madrid, Montesinos) y que, en 1986, viera la luz una segunda edición. Al catalán se ha vertido (Barcelona, Columna, 1994) una también segunda edición, en versión magnífica de Á€lex Susanna con un estudio afinadísimo de Jordi Llovet, que agrega el conjunto de borradores y notas que Valéry había reunido con intención (que su muerte frustró) de incorporarlos (no todos) a una nueva edición.
En 1946, casi un año después de la muerte de Valéry, Gallimard incluye, en la edición que amplia la anterior de 1929, algunos de esos borradores escogidos de entre aquel conjunto y pertenecientes a épocas muy diferentes. Los textos añadidos son: «Paseo con Monsieur Teste», «Para un retrato de Monsieur Teste», «Algunos pensamientos de Monsieur Teste» y «Fin de Monsieur Teste». Con estas añadiduras, Gallimard cierra la que estima ya edición canónica de Monsieur Teste y que constituye, en su 48ª edición, la que nosotros hemos manejado.
El texto de esta segunda edición, acogida por Libros Certeza en su colección «Centauro», se presenta sin ninguna reparación respecto a la aparecida en 1998. Sí se ha suprimido, en cambio, un alto porcentaje del aparato notarial; el expresamente relativo a los pormenores de la traducción de Salvador Elizondo, no porque no fuera ya necesario, sino, fundamentalmente, para ponderar una exhaustividad acaso impertinente para el lector.
Edición, introducción, traducción y notas de Manuel Martínez Forega