Consonancias, 13
Durante el mes de julio hemos asistido en Zaragoza a dos espectáculos escénicos que han tenido como soporte la música de raíz. El martes, día 3, en el Teatro Principal, se desarrolló la primera sesión bajo el título ‘La jota del siglo XXI‘. Pensado, organizado y dirigido por Roberto Ciria, que al mismo tiempo era su principal intérprete, el programa intentaba mostrar las diversas facetas de la jota y su proceso creativo durante los últimos años. Es referencia obligada el reciente CD del artista oscense, A ritmo de jota. Partiendo de unas profundas raíces ancladas en la tradición, la jota se ha ido renovando y ha entrado en contacto con las llamadas ‘músicas del mundo’, de gran difusión en Europa durante el último tercio del siglo XX. Además de una fraternal referencia a la jota riojana, los artistas mostraron las vinculaciones de este folklore, emblemático en Aragón y en todo el valle del Ebro, con el flamenco, el tango, el jazz, el klezmer y la música magrebí, entre otras alusiones. Resultó una sesión muy amena, diseñada con agilidad, atenta al detalle y a los matices, tanto musicales como visuales. Las coreografías de Sandra Galindo, Marta Ruiz y Jairo Périz, entre la tradición y la modernidad, fueron muy plásticas y estuvieron dotadas de una buena dinámica. El público que abarrotaba el Teatro respondió con el mismo entusiasmo que pusieron los artistas en la ejecución de los sucesivos números del espectáculo.
El sábado, día 14, en el Palacio de Congresos, se presentó una nueva versión de ‘Mudéjar‘, el montaje ya conocido de Miguel Angel Berna, ahora con un nuevo formato y dinamismo deslumbrante. Partiendo del mundo plural que caracterizó al mudéjar, el bailarín, sus seis compañeros de danza, los seis instrumentistas, la cantante María José Hernández y el cantador Nacho del Río, hicieron todo un alarde de movimientos, gestos, figuras, armonías y voces para construir un espectáculo de gran dimensión estética. Perfectamente ensamblados los estilos, con la jota como referente último, desarrollaron melodías y coreografías de una impresionante precisión. La danza de Miguel Angel Berna en solitario provocó sensaciones próximas al éxtasis, y no le fueron a la zaga las cuatro mujeres y los dos hombres que componían el cuerpo de baile. En cuanto a los músicos es obligado resaltar su nivel interpretativo y la perfecta coordinación entre ellos. Espectáculos de este tipo precisan un soporte melódico y rítmico de primera categoría. Tanto María José Hernández como Nacho del Río, cada uno en su estilo, aportaron a la obra sus voces privilegiadas, lírica y sensual la de ella, épica y cálida la de él. El entusiasmo del público estuvo justificado tanto por el contenido artístico del programa como por su perfecta ejecución técnica.
Por si fuera poco, las aportaciones de Carmen París en sus discos y en espectáculos como Ejazz con jota, contribuyen a difundir y ampliar el espectro de la música tradicional en feliz mestizaje con distintas manifestaciones artísticas.
La capacidad de la música de raíz para abrazarse con otras culturas y otras épocas es uno de los valores relevantes de este momento que, afortunadamente, puede disfrutarse con cierta frecuencia no sólo en los espacios urbanos, sino también en otros ambientes consolidados, como el escenario natural del pantano de Lanuza, en Sallent de Gállego, donde estos días se está celebrandola XXI edición del festival ‘Pirineos Sur‘.