- Nicholas Payton gusta a mucha gente. A otros, les irrita. Es un tipo que dice cosas para que los demás se enojen, y quien termina enojándose es él mismo. Lo suyo es eso, encabronarse.
Su última cabreada fue en noviembre, cuando gritó a los cuatro vientos que el jazz ya no es cool. Sus declaraciones asombraron dolorosamente a todos los músicos cool que dicen que tocan jazz. En realidad, lo que hizo Payton al declarar que el jazz ya no es cool, fue tocarles la cola, ni más ni menos.
“El jazz se murió en 1959”, nos dijo a todos un 27 de noviembre de 2011.
Para Payton, el jazz y la bosta son lo mismo. Traduciéndolo: “Jazz” es un término esclavizador, opresivo y colonialista y Payton no quiere saber nada de él. Es más, dice que los zares de la calesita musical como son el Duke, Miles, Max Roach y Abbey Lincoln desdeñaban el jazz. “El jazz es incestuoso”, dice. “El jazz se ha separado de la música popular estadounidense y eso es un gran error. Ornette ha intentado salvar al jazz de sí mismo volcándolo hacia sus raíces ‘nuevaorleansinas’ pero sus esfuerzos eran demasiado esotéricos”.
Nicholas afirma con voz de alcoba que el jazz sólo es cool si uno no lo toca para vivir, porque hacerlo significa que se acepta la idea de ser pobre siempre y cuando pueda tocarlo. Y la vida no es así, explica. No es así. El gordito que habla tan suavemente que casi no se le escucha, parece sin embargo, un caballo que relincha en la inmensidad del siglo 21: El jazz al igual que Buda, dice, ha muerto. Que descanse en paz.
Para ilustrar mejor el estado de las cosas, este músico con el fanatismo de un fundamentalista, y cuyos autógrafos –quiéralo él o no– ya cotizan en bolsa, es capaz de expresar que aunque John Coltrane fue un músico de la hostia, el jazz dejó de ser de la hostia en el ’59. Es la idea que tiene la gente de lo que es realmente el jazz, lo que lo convierte en algo tan, pero tan uncool; y es que esa idea también se ha muerto hace ya mucho. El jazz no es cool. Es cold (frío) como la necrofilia. Payton ha dejado, según admite, de cogerse a los muertos para abrazar a los vivos. Ha querido dejar de ser perseguido por los fantasmas hambrientos de “esa música” e intenta dejarla morir. Á‰l, Nick, no toca jazz. Payton toca MEN, o Música Estadounidense Negra, en inglés BAM. Por definición propia, toca música posmoderna de Nueva Orléans porque no quiere ser un negro condicionado a mostrar agradecimiento por las migas que le arrojen los blancos.
El hijo del bajista y susafonista Walter Payton sigue siendo, en los hechos, un héroe desconocido. Aún nadie advierte bien quién es y probablemente ni él mismo lo advierta. Nicholas Payton escribe canciones tocando la trompeta con la mano derecha, mientras juega con acordes del piano para la mano izquierda. Las escribe con el vuelto que le han dejado sus maestros, entre ellos Ellis Marsalis. Sus temas son correctos, pero dejan la sensación de sequedad de vientre. Los hace a su manera, con cuidado, y está muy lejos de ser el tío que grabó un álbum con Don Cheatham.
Parece no tener escapatoria: cuando finalmente crezca, este músico patrióticamente desesperado, será escritor de blogs o policía.