Tenemos un presidente que no nos lo merecemos. Resulta original hasta para meter la pata. Desde mayo de 2010 no ha vuelto a ser persona, amargado, viviendo de prestado en la Moncloa y sin saber qué rumbo tomar, a pesar de los más de 600 asesores de los cuales no se fía.
A nadie se le ocurre convocar elecciones generales con cuatro meses de antelación.
En sus particulares alucinaciones, siempre pensó que, como todos los males que aquejan a España provenían de los mercados, la bruja Ángela Merkel y su colega francés Sarkozy, el candidato idóneo para gobernar otros cuatro años, indiscutida e indiscutiblemente, era él.
Todo el cuento de hadas con el que soñaba José Luis funcionaba como la seda, siendo el único escollo el convencer a su esposa Sonsoles, deseosa de regresar a su León natal, unido a estar persuadida de que nunca llegaría a emular a la legendaria María Callas, y continuar de corista tampoco le seducía, algo que solucionaría prometiéndole que serían los últimos cuatro años de permanencia en Madrid. Pero, hete aquí que de pronto apareció el caballero aspirante Rubalcaba, con sus pretensiones sucesorias, y de un plumazo desbarató los idílicos proyectos del presidente por accidente ZP, harto de seguir ejerciendo de ministro “multiusos” y demandando ser candidato a presidente del Gobierno como candidato del PSOE.
Visto lo visto, y solventada la pantomima de las elecciones primarias, todo parecía indicar que el digital candidato tendría el camino expedito, pero de pronto, y en un plis plas, la situación se ha complicado más de lo previsto. Los dos errores garrafales cometidos por Rubalcaba al pretender eliminar las diputaciones provinciales e intentar cargarse el pacto PP-PSOE, acordando asumir el deficit anual que marque la UE, han supuesto un desastre descomunal para su campaña y prestigio personal que ha quedado por los suelos.
Retomando los dislates de Zapatero con tal de mantenerse en el poder, nadie podría olvidar que fue él quien permitió y propició los mayores despilfarros, tales como: el permanente saqueo a las arcas autonómicas, originando catástrofes con la de Castilla-La Mancha, donde el nuevo Gobierno del PP no dispone de fondos para pagar a los farmacéuticos, por poner un ejemplo.
Rodríguez Zapatero siempre gastó más de lo que ingresaba, con lo cual, la caída en el pozo de la deuda era inevitable para terminar cayendo en la caótica situación en que nos encontramos. El rosario de disparates manteniendo cargos inútiles, consejeros innecesarios, empresas públicas plagadas de amiguetes, parque móvil con vehículos de último modelo, despachos de lujo asiático, asesores, visas oro y la madre que lo fundó, era totalmente inmantenible. ¿Qué confianza se podría inspirar a los ciudadanos con semejantes actuaciones?
Según círculos íntimos, bien informados y próximos a la Moncloa, las relaciones Zapatero-Rubalcaba, están bastante más deterioradas de lo que aparentan. Posiblemente el presidente quiera vengarse de algunos de los que en su momento le juraron amor eterno y que ahora rinden descarada pleitesía al candidato con tal de mantener la poltrona (o lo que de ella quede), pero al menos, figurar en las listas electorales bien colocados, ya que, fuera de la Administración, no pueden aspirar a nada.
Los dirigentes socialistas sabían que la propuesta de Zapatero para reformar la Constitución, estableciendo un límite de gasto pactando con el Partido Popular, destrozaba todos los esquemas de la campaña electoral de Rubalcaba. La iniciativa de introducir en la Carta Magna un principio de estabilidad presupuestaria iba en su contra y Zapatero lo sabía pero no le frenó a la hora de tomar la decisión.
Al parecer, la intención de Rubalcaba, fiel como el primero y noble como una cobra, era fomentar en su campaña los derechos y prestaciones sociales, algo totalmente impropio y en contra del espíritu del pacto que preconiza la contención del gasto. No obstante y para tratar de reducir el daño personal, el candidato, como buen director de circo, está intentando “el más difícil todavía”, pretendiendo llevar las riendas de la negociación con el PP, alegando que quiere conocer “la letra pequeña” del acuerdo, pero por lo visto en esta ocasión la treta no lo ha servido para nada, toda vez que ha quedado muy claro que las negociaciones serán asumidas por Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero.
Son muchas las interpretaciones que caben sobre lo que está sucediendo y que para ciertos colectivos socialistas suenan a “sorda venganza” de Zapatero cansado de que se le considere un “presidente obediente” y quiera dejar bien claro quien manda en el Gobierno y Partido. Conviene recordar que todavía quedan tres meses para el 20-N y en política eso es demasiado tiempo…..