Hace tiempo que acabó el heroísmo del guerrero que salía a batirse al campo de batalla. Hoy la tecnología ha avanzado tanto que los aviones no necesitan tripulación y son dirigidos a miles de kilómetros por militares sentados cómodamente en su sillón, robots que combaten con pistolas láser como en las películas de ciencia ficción, y máquinas de máxima precisión tras una mirilla donde antes había una conciencia humana. Es la tecnificación de la guerra amparada en la “efectividad y la seguridad”. Es la ciberguerra.
Los ejércitos saben que usar robots teledirigidos o con inteligencia suficiente para moverse de forma autónoma por una zona en conflicto es la mejor forma de proteger a sus tropas, pero también es una manera de perderles el respeto a las consecuencias que provocan estas guerras e “iniciarlas con mucha facilidad y con costes mínimos”, afirma Wendell Walach, académico del Centro Interdisciplinar de Bioético de Yale.
Con un campo de pruebas como Irak y Afganistán y un presupuesto de 750.000 millones de dólares en Defensa, Estados Unidos y su economía de guerra benefician a numerosas corporaciones que se lucran con el negocio de las armas y sus nuevos inventos. Ya en el año 2001, el Congreso de Estados Unidos encargó al Pentágono que, para el año 2015, un tercio de los vehículos que se usan para el combate terrestre se manejasen con control remoto, informa The New York Times.
La guerra nuclear es una alarma que siempre está presente y, salvo los sobresaltos de Irán, Pakistán y Corea del Norte, la situación internacional parece relativamente controlada. En un intento de hacer creer a la opinión pública que la carrera armamentística está en un lento proceso de desmantelamiento, Estados Unidos y Rusia han llegado a acuerdos de reducción de cabezas nucleares. A pesar de esto, el presupuesto anual de la potencia norteamericana se ha visto incrementado en 31.000 millones con respecto al año 2010. Por otro lado, no se habla de las incipientes armas biológicas. Pero, ¿significa esto que las grande potencias han decidido tomar la vía pacífica y de no proliferación de armas? Improbable. Según los expertos, los escenarios están cambiando. Dejar a un país sin suministro de agua, inhabilitar su espacio aéreo o desconectarlo de su sistema de seguridad son las nuevas fórmulas que practican como alternativa a las guerras convencionales.
Es el caso de Estonia y Georgia que, en el año 2007 y 2008, respectivamente, sufrieron ciberataques, con Rusia como máxima sospechosa. Como respuesta a estos ataques, en mayo del 2008, la OTAN puso el Centro de Excelencia para la Ciberdefensa en un cuartel militar estonio.
Estados Unidos ya ha creado un cibercomando e Israel tiene la Unidad 8200, un cuerpo especial que se dedica exclusivamente a la guerra cibernética, informa José Ignacio Torreblanca: “Penetrar informáticamente a la red eléctrica de un país y, literalmente, desenchufarlo, ya no es ciencia ficción”.
Israel tiene uno de los ejércitos más sofisticados del mundo. Sus esfuerzos para que Irán no consiga enriquecer uranio y la imposibilidad de conseguirlo, a través de las armas convencionales, lo hacen sospechoso de introducir el virus Stuxnet en el sistema informático en la principal planta iraní de uranio de Natanz . “Harán falta dos años para que Irán salve el retroceso”, calcula Ralph Langer, uno de los expertos que analizó e investigó el ataque a la República Islámica, en declaraciones al diario The Jerusalem Post. Además, Langer aseguró que “esto fue casi tan efectivo como un golpe militar, pero aun mejor considerando que no hubo bajas ni una guerra total; desde una perspectiva militar, esto fue un gran éxito”.
El avance de las tecnologías no sólo está cambiando la manera en la que los Estados están haciendo la guerra, sino que está incrementando la capacidad de ataque de nuevos sujetos a través de la red. Es el caso de los ciberataquesde los simpatizantes de Wikileaks a Mastercard, Visa y PayPal. Es curioso que David Cameron reduzca un 8% el gasto militar y que la prioridad en materia de seguridad sean los “sitios oficiales de Internet”.
David García Martín
Periodista