Cosas de Córdoba… Me las pide, para el Milenario del suplemento de literatura que dirige, Antonio Rodríguez, y acato sus órdenes.
Me contaba mi madre que mi padre soñaba con retirarse a las ermitas blancas de la serranía cordobesa. No pudo hacerlo. Lo mató antes, en septiembre del 36, mala gente de esa que, según Machado, camina y va apestando la tierra. Lo conté todo en el libro de más aliento que he escrito: Muertes paralelas. En él sale Córdoba, porque mi padre, siempre mi padre, estaba comiendo allí, invitado por el gobernador civil, antiguo periodista de El Sol, el día 18 de julio más célebre de la historia. Las tropas rebeldes rodearon el edificio y detuvieron a mi progenitor y al amigo, también periodista, que le acompañaba. Estuvieron unos días en la cárcel, pero no había nada contra ellos. Los soltaron, se las apañaron para llegar a Granada y… La muerte los alcanzó en Burgos un par de meses más tarde. Mi padre cumplió ese mismo día veintisiete años. Y ya no cumplió más.
Las ermitas de Córdoba siguen esperándole.
Antonio: yo también dirigí, como sabes, un suplemento de letras. Fue a comienzos de los 80, en el Diario 16 de Pedro Jota. Se llamaba –no los habrás olvidado– Disidencias.
En ellas sigo.
Recibe mi enhorabuena y un abrazo califal.