Carol alimentaba sus tardes entre Chevrolets y palomitas de maíz en el Star Cinema de la calle 42. Con sus pantalones de cuero negro y sus coletas de colorines, Carol tenía siempre en un vilo amoroso a la pandilla de Ricky. Que Ricky languidecía cuando la pecosa Carol se mecía zigzagueante al ritmo de Elvis. Ricky se crecía orgulloso, y con el taconeo de sus botas tejanas creía que en sus brazos, más tarde o más temprano, caería la preciosa Carol.
Pero Carol se alimentaba entre coches deportivos plateados y palomitas de maíz en el Star Cinema de la calle 42. Con sus vestidos almidonados y sus cabellos de oro ensortijados, Carol tenía en el alambre del amor a los hijos de Mr. Dalton. Que Robert Jr. Dalton “moría” cuando la muñeca Carol se quedaba mirando la luna, echada en el balancín de aquel porche acristalado… ¡Oh, Carol!
(Ilustración: www.discogs.com)