Me dijiste adiós y comencé a echar de menos tus ojos grises. Te marchaste por la puerta de la amargura sin un destino fijo, sin unos brazos a los que acudir. No te comprendí y te odié con toda la fuerza que mi amor me permitía.
Nada supe de ti, ignoraste mi existencia, no sé si por rencor, no sé si por despecho, no sé si por amor, solo sé que nunca más te vi más allá de mis sueños, porque Morfeo es el aliado de los amantes no correspondidos, de los que anhelan pero no poseen, de los que no quedan satisfechos con los sueños.
Acepto los errores que cometí, no los busqué pero fueron míos, no tuyos, y me condenaron a la eterna prisión de la soledad, revestida de barrotes de añoranza, por un pasado feliz, por un futuro que nunca tendré.
Un día me preguntaste la razón de mi amor por ti, y no supe que contestar, pero hoy sí lo sé, te quise por tu singularidad, te quiero porque te fuiste y te querré por tu recuerdo, siempre presente en mi corazón de soñador empedernido.
Como dice la canción, que te den lo que yo no te supe dar aunque yo te lo habría dado todo.