Fue castellana, fue portuguesa, se volvió española y es taurina. Los toros son una patria en la que dos paÃses confluyen.
Me cuentan los amigos, y tengo muchos en esa patria, que por sus calles se hablan los tres idiomas (el tercero serÃa el de la tauromaquia), que en su coso se cose ésta con primores de pasamanerÃa, seda, percal y encaje de bolillos, banderillas y estoques, que quien no ha ido a su Feria -la primera del año que Dios envÃa, con permiso de Valdemorillo- no es un buen aficionado y que los lugareños tienen dos almas, pero las dos son ibéricas.
Confieso que no soy un buen aficionado, pésame, Señor, porque nunca he ido a Olivenza. ¿Será pecado, me iré al infierno, me prohibirán entrar en las plazas, me negarán el saludo los amigos, hablarán mal de mà Barbeito en los cafés de Sevilla, Zabalita en la redacción de El Mundo y la Camacho en donde pacen sus toros, me acosará el fantasma de Hemingway, me insultarán los mozos en la calle de la Estafeta?
Si Alberti nunca fue a Granada y los lectores de Federico se lo han perdonado, ¿cómo no van a perdonarme a mà los cofrades, nazarenos, costaleros y santas imágenes de la no menos santa Afición tantÃsimas temporadas de imperdonable ausencia?
Pecado venial, señor cura. Lo es cuando hay confesión, dolor de corazón, arrepentimiento y propósito de la enmienda. De este año no pasa, y será dulce penitencia la ir el 5 de marzo, y el 6, y el 7, con un vara de mimbre, a la plaza de toros de Olivenza para ver a Ponce, a Tomás, a El Juli, a Perera y a tantos otros que tal bailan y tan bien torean. ¡Quieran los dioses de Tartessos, Gárgoris, Habidis e Iberia en general (sin excluir a Cataluña) y los bisontes de Altamira que todos corten orejas!
Lo sé. He sido absuelto. El público me ha indultado. Daré la vuelta a la plaza de Olivenza el primer viernes de marzo, que es dÃa de comunión, y durante tres tardes estaré en la gloria y, si la Empresa me lo permite, en el callejón.
¿Abuso de los sÃmiles religiosos? Pero si lo tengo dicho y, además, ¡por escrito, por escrito!, como pedÃa D’Ors. La Tauromaquia es un sacramento.
Eso sÃ: no encuentro hotel. La Feria tiene tirón. ¿Anda por ahà alguien dispuesto (o, mejor aún, dispuesta) a darme una cama? Voy con mi mujer, pero no tengo nada contra los trÃos. En las corridas suele haber una terna.
Si puede ser, que sea, y si no, como buen maletilla que soy, dormiré en la calle. ¿Será ésa mi penitencia?