Naturalmente que la recuerdo. Ahí está, fotografiada y amarilla, atravesando la bruma de mi rostro coloreado por las primeras sensaciones del amor. Como hada de Gustavo Adolfo Bécquer: apareciendo y desapareciendo. De cabellos de oro. De cuerpo de plata y aroma de marisma… Y es que al igual que un amanecer marinero, asomaba su vida por entre las rendijas de la puerta amarronada de mi casa de la plazoleta.
Naturalmente que la recuerdo. En esa plazoleta y en esos paseos y encuentros interminables a lo largo de la acera del “Estadio”. En esa plazoleta la recuerdo. La recuerdo en esa plazoleta como un grito que deja el viento clavado en las retinas para siempre. Que en esa plazoleta, solamente tú. En ese trozo de mis sueños, solamente tú, solamente tú…sólo tú.
(Ilustración: Wikipedia)
