Consonancias, 50
La pasada semana hemos asistido en Zaragoza a dos acontecimientos operísticos muy notables. El primero ha coincidido con la inauguración de la XIX Temporada de Grandes Conciertos de Otoño en el Auditorio. El segundo ha consistido en el estreno de la primera producción propia de la Asociación Aragonesa de la Ápera ‘Miguel Fleta’ realizada en el Teatro Principal representando ‘Der Kaiser von Atlantis’, una creación nacida en los aciagos días de la dominación nazi en el campo de concentración de Terezin.
El Auditorio abrió su Temporada de otoño de la mano de William Christie al frente del prestigioso conjunto Les Arts Florisants, que ofrecieron ‘El Jardín de Monsieur Rameau’, un trabajado programa de ópera barroca, producido en la sexta edición de la Academia para Jóvenes Cantantes de Les Arts Florisants. Fragmentos de obras escénicas creadas por Montéclair, Rameau, Dauvergne, Grandval, Gluck, y Campra sonaron con una fidelidad extrema a las raíces, una sucesión de episodios muy bien hilvanados, y una semiescenificación muy atinada. No sorprendió la calidad de la orquesta, en su habitual línea de excelencia, pero sí en cierto modo la perfecta imbricación con los seis solistas vocales, tres hombres y tres mujeres jóvenes, procedentes de Israel, Estados Unidos, Italia, Francia y el Reino Unido. Bajo la batuta del veterano fundador y director musical del conjunto, el espectáculo alcanzó cotas de excelencia.
Algo parecido cabe decir, con las debidas distancias, de la creación operística realizada por un músico judío que murió gaseado en el campo de concentración de Auschwitz. Viktor Ullmann dejó este aterrador legado artístico que nos mantiene en la memoria del horror, por una vez matizado con un testimonio de la creatividad humana en las peores circunstancias imaginables. La parodia de la dominación nazi, realizada desde una perspectiva surrealista y simbólica, nos ofrece la posibilidad de ampliar la mirada sobre una época y unos acontecimientos que han quedado grabados a fuego en la historia de la humanidad. La puesta en escena realizada por la productora Ápera Aragón, de la mencionada asociación ‘Miguel Fleta’, tuvo mucha dignidad. Tanto los músicos de la Orquesta Reino de Aragón como los intérpretes vocales resolvieron bien los retos de una partitura compleja, en una interpretación de gran plasticidad que consiguió transmitir al público, que llenaba el Teatro Principal, la trágica peripecia del pueblo judío en un ambiente ominoso.