“Oraita. Cuentos jasÃdicosâ€, de Mario Satz (Miraguano Ed. 2007, 185 pp).
Nuestro interés por lo espiritual es mucho más profundo de lo que parece y alcanzamos a percibir lo mismo bajo la máscara de lo distinto, escribe el autor. Tanto como el sufismo o el zen, el jasidismo tiene algo que decir a nuestra época. Tras la racionalidad de los ordenadores, y para reforzar nuestro relegado hemisferio soñador, medio cerebro se dedica a recuperar lo que la otra mitad intenta destruir.
La tradición jasÃdica arranca del Rabà Bahal-Shem Tob, hombre de extraño magnetismo, conocedor de bosques y pájaros; acarreador de arena y aguador, muy pronto destacó por su fervor y su capacidad sanadora.
Su mensaje arranca desde un oscuro villorrio entre Polonia y TurquÃa en el siglo XVIII. Oraita, palabra aramea de uso popular entre estudiantes del Talmud y la Kábala, significa “La Ley es luzâ€. Oración de sombra y luz, este resplandor preexistente es el objetivo de los discÃpulos. En el taoÃsmo chino, en el budismo japonés o en el sufismo persa hay planteamientos similares. Un koan o una enseñanza zen puede llegarnos por medio de un haikú del XVII, del gran Basho, pero el discÃpulo deberá resolverlo con ayuda de un maestro. De igual manera un relato sufà de un genio del siglo X será revivido por un discÃpulo del siglo XX. Para su propia desgracia, escribe Satz, el cristianismo se interrumpió de su corriente patrÃstica, dialógica y abierta. El valor reconocido en las tradiciones citadas a la iniciativa individual difiere de la sujeción católica a la infalibilidad papal o de la sequedad protestante, a interpretaciones islámicas o judaicas intransigentes.
Bajo el tÃtulo Oraita, se ofrecen historias, anécdotas y apólogos pertenecientes a la revolución espiritual protagonizada por el jasidismo, el apasionado movimiento religioso que floreció en Europa central y aún pervive en nuestros dÃas.
Se trata de relatos breves, directos, luminosos que apuntan al corazón del lector. Verdaderos iconoclastas de las formas (como los taoÃstas, budistas o sufÃes), los maestros jasÃdicos fueron un canto vivo a la libertad, al buen humor y a la más profunda espiritualidad.
“Es nuestro imperioso deber estar siempre alegresâ€, solÃan decir los maestros de esta corriente mÃstica hebrea, de extracción popular, iletrada y cándida, opuesta en sus concepciones vitales a la tradición más ortodoxa del rabinismo talmúdico clásico. El Bahal Shem-Tob inyectó en el corazón de su pueblo vilipendiado, ultrajado, y expulsado, la esperanza loca de la alegrÃa porque sÃ, contra toda dureza y negra perspectiva.
Aquellos jasidim del siglo XVIII fueron hombres de oficios sencillos: zapateros, tenderos, curtidores, tratantes de ganado, herreros, vendedores de té y hasta estudiantes de universidad que, decepcionados por la frialdad académica, volvÃan al redil hebreo para agregar su chispa al fuego común y primigenio. Es delicioso constatar que también entre los maestros del Tao chino o del zen japonés, los trabajos más humildes no impedÃan el más alto nivel de aprendizaje. El Rabà Jesús de Nazaret fue un humilde artesano judÃo que alcanzó la plenitud de la sabidurÃa y de la humanidad.
Nuestro siglo ha conocido, a la manera de Confucio en el siglo V a. de C., tres grandes recopiladores y estudiosos de sus tradiciones recuperando la sabidurÃa perenne que las informa: MartÃn Buber para el judaÃsmo, D.T. Suzuki para el zen e Idries Shah para el sufismo. Los tres parecen ser felizmente prófugos de toda ortodoxia y de todo sectarismo
La edición ha sido realizada por el filólogo y escritor Mario Satz (Argentina, 1944) editada, como de costumbre, con la delicadeza y profesionalidad de Miraguano Ediciones y dirigida por esa persona extraordinaria y sensible que es José J. Fuente del Pilar.
J. C. Gª Fajardo