Para olvidarte, tuve que olvidarme de mi por un tiempo,
tuve que regresar en el tiempo y encontrar un minuto ausente de ti…
Para olvidarte, reconquisté lo que había perdido en el tiempo…
Para olvidarte, corté un retazo del lienzo que dejaste en mi cama,
que fue tu piel y fue parte de mi vida en mis noches en soledad…
Para olvidarte, me inventé un escrito lleno de improperios,
lleno de palabras que grité al viento…
y en el tiempo que grité, gané un poco de esperanza y fuerza para poder olvidarte…
Para olvidarte, no necesité camas nuevas, ni pieles ajenas…
Sólo me bastaron las palabras que dejaste en mi cama, aquella tarde,
donde dijiste lo poco que valía en ese momento para ti, para tus ojos…
Para olvidarte, me bastó la última mirada que me regalaste el día de mi cumpleaños…
Para olvidarte, me bastó el escuchar, saber y entender que mis palabras se hacían mella contra tu corazón,
que simplemente ya tenía otro inquilino, solo que tu jamás me lo dijiste,
porque jamás fuiste de las valientes a la hora de exponerte al fuego cruzado…
Para olvidarte, morí mil veces… Resucité unas cuantas, lloré lágrimas de sangre,
lágrimas tardías que, con el tiempo, se hicieron ladrillos en el corazón… lágrimas que me regaló la soledad…
Para olvidarte, tuve que dejar de creer en lo que me dijiste cuando todo te lo creía…
Para olvidarte, tuve que dejar de querer soñar contigo y que regresaras…
Para olvidarte, tuve que dejar de odiarte o quererte, que a la final se convirtieron en lo mismo…
Para olvidarte, tuve que dejar de pretender que algún día volverías o que me extrañarías, tuve que olvidar que exististe, que me amaste, que te amé, que aprendí, que perdí…
Al final… para olvidarte… sólo tuve que decir… adiós…