Como han hecho multitud de españoles manifestando públicamente su parecer sobre la abdicación del que fuera Rey de España, Juan Carlos I, en favor de su hijo, Felipe VI, me he decidido a dar mi opinión y mi parecer sobre este hecho al hilo de los comentarios, unos favorables y otros no tanto, que se han formulado sobre el papel del exmonarca durante los 39 años de su reinado.
Pienso, considero, que en la mayoría de los casos se ha definido la actuación del exrey como algo trascendental para el desarrollo de España en lo económico, en lo social y en lo que respecta a las libertades individuales de los españoles. Creo que en algunos de estos casos se ha exagerado más de la cuenta. En lo económico hay que resaltar que el exrey ha sido incapaz de poner firmes a los políticos, a todos, para buscar una unidad de acción tendente a evitar las miseria, la pobreza, que por falta de trabajo afecta a millones de españoles y para que todos los que han sido, y están siendo, golpeados de forma brutal por esta crisis no pierdan el techo, la vivienda, que les protege y que mantiene unida a una familia y sean desalojados de la misma de forma despiadada. Evidentemente esto no le ha ocurrido a su hijo, el nuevo Rey, al cual se le construyó un palacete cuyo costo fue sufragado por el Patrimonio Nacional, a cargo de todos los españoles, mientras la construcción de viviendas sociales prácticamente ha brillado por su ausencia.
Se le atribuye al abdicado Rey el mérito de la Transición cuando en realidad lo fue por la madurez demostrada por los españoles de forma mayoritaria al votar, entre otras actitudes positivas, en las primeras elecciones a un partido de centro dando tiempo a que la izquierda y la derecha se “serenaran” y de que estas se percataran de que los españoles estaban por el cambio pero por un cambio tranquilo dejando a un lado y olvidando viejas rencillas. El verdadero artífice de la Transición fue el pueblo español.
Se le quiere recordar como el salvador de las libertades por el fracaso del 23F. Los españoles tuvimos la suerte y la fortuna de que esa asonada fuera una verdadera chapuza, que tuvo escaso eco dentro del estamento militar, que pilló a los servicios de inteligencia del Estado sentados en la taza del wáter cuando desde bastante tiempo atrás el ruido de sables era bastante llamativo, y cito solamente la “Operación Galaxia”. Ante estos indicios no se protegió el Congreso de los Diputados y sin embargo ahora, cuando la ciudadanía pretende manifestarse ante él libre y pacíficamente, el edificio y sus ocupantes son protegidos mediante un cordón policial formado por centenares de policías. Se dice que fue el extinto presidente Adolfo Suárez, quién advirtió al entonces Rey Juan Carlos I, de que su hombre de máxima confianza y que fue durante 17 años secretario general de la Casa Real, Alfonso Armada, era un golpista como quedó demostrado ese 23F y el Rey hizo caso omiso de esta advertencia.
En múltiples ocasiones el exrey ha puesto de manifiesto que le quita el sueño ese 50% de paro juvenil que hay en nuestro país. No dudo de que sea sincero, pero a los que le quita verdaderamente el sueño es a esos jóvenes y a sus padres que ven a diario la frustración y el desespero de sus hijos. El abdicado monarca no ha sido capaz de interceder con firmeza acerca de los políticos, de todos, para que entro todos busquen una solución para que estos jóvenes no se conviertan en una generación perdida. Está claro que la Jefatura del Estado ostentada por Juan Carlos I no ha tenido capacidad ni utilidad alguna y por tanto su efectividad ha sido nula. El Rey, quien lo sea en cada momento, solo puede formular sugerencias y dar su opinión pero esto, evidentemente, no obliga al Gobierno. Juan Carlos I fue tenido en cuenta solo durante el periodo de la Transición, por conveniencia política y para guardar las apariencias, pero creo que todos hemos sido testigos de la forma en que posteriormente y hasta su abdicación, todos los gobiernos, sin excepción, le han ninguneado. A este respecto los expertos vaticinan que a Felipe VI le ocurrirá lo mismo o peor.
Ante todo esto a mí me surgen las siguientes preguntas: ¿Para qué sirve un Jefe del Estado que no cuenta con el mínimo poder decisorio y mucho menos ejecutivo? ¿Qué ventajas sociales y Económicas han tenido los españoles al contar con un Jefe del Estado cuyos únicos méritos, creo que será especialmente recordado por ellos, se han concretado en su carácter espontáneo, campechano y agradable? ¿Qué ha hecho el exrey para poner freno al incremento del poder de la casta de los política y económicamente poderosos, cuando estamos presenciando como los jueces que se meten con estos son apartados de la judicatura, casos GÁ¼rtel, Blesa y su hija Cristina, está amparada por la Fiscalía y los buenos informes de la Agencia Tributaria? Pregunto, digo.
Lo dicho: “Ni quito ni pongo Rey”. Este cambio no va a cambiar nada. Es más de lo mismo.