Reciente y lamentablemente, he pasado por una situación para la que me hubiera gustado tener un manual que me marcara lo que hay que hacer, punto por punto, para no salir zaherido de una reunión en la que, la violencia verbal y la arrogancia de una persona, parecía tener a todo el mundo en jaque.
El lector puede imaginar el peor de los escenarios, y se quedará corto. Me encontraba frente a una persona que no muestra comprensión alguna por sus iguales, que se burla con crueldad de sus subordinados y exige a gritos, a todo el mundo, cualquier cosa que él quiere. La falta de empatía le hace analfabeto, emocionalmente hablando.
De esa reunión me propongo extraer aprendizaje: gerentes y gestores malos hay en todas las organizaciones, y su estilo de mando, en el peor de los casos, puede estar basado en la intimidación y el chantaje. La mayoría de las veces, lo detectamos todos. Unos deciden esconderse de él, o cambiar de trabajo, de organización, o si es el alcalde, de pueblo, otros nos preguntamos: ¿cómo puedo manejar esto?.
El cansancio emocional, la frustración y, aún diría que la angustia, suelen ser matices emocionales muy frecuentes de los que con ellos conviven, o más bien, sufren.
Leo y releo a Susan M. Heathfield, y sus recomendaciones para salir airoso de estas situaciones, y lo primero que me insinúa es que quizá, el prepotente o “persona dañina” no se de cuenta de que lo es. Me gusta: O sea, que en el fondo, es una persona con un registro emocional muy limitado, y piensa que el único modo de hacer las cosas (de liderar, de gerenciar… de dirigir) es el de la ironía, sembrar el miedo…, el de la provocación o la amenaza.
Lo pienso, y es cierto: ahora le veo más débil… más frágil. En el fondo es un pobre en lo que a habilidades de relación se refiere.
Continúo leyendo y compruebo que, quizá también la tiranía con la que trata a la gente, puede tener su origen en que se siente tremendamente inseguro con su gerencia, con su trabajo, o que se siente muy incompetente para su puesto. Quizá no vea, (seguro que él no lo comprende), que para la gente que le rodea o que se reúne con él, (competente, segura de sí misma y con capacidad para la toma de decisiones), su estilo de mando puede ser insultante.
Por otro lado, reflexiono en que quizá también tenga miedo a la diferencia, a la discrepancia y la disensión. Quizá el origen del miedo sea, que no ha tenido la oportunidad de ver otras cosas, de experimentarse en otros ámbitos, de intentar comprender las motivaciones de los demás… y todo ello haya derivado en que contempla los acontecimientos, la vida, desde un filtro mental muy estrecho: digamos que polar, en el que sólo existen los extremos y sus contrarios: blanco/negro; derecha/izquierda; míos/contra mí. En fin: una cabeza llena de ideas irracionales.
Para terminar, quiero enunciar algunas de las cosas que él hace, y que generan una retroalimentación negativa:
Critica en general y nunca la conducta, siempre a la persona.
Juzga las intenciones, no la conducta.
Su crítica no es honesta y sincera, sino que pretende humillar y herir.
Retroalimenta conductas que ya no se pueden cambiar, porque forman parte del pasado o lo inevitable.
Impone la retroalimentación… aunque no se la pidas, ni venga al caso.
No escucha lo que la otra parte tenga que decir, se niega a compartir información que pueda traer algo de luz, para la comprensión de los hechos.
No valora lo proactivo, lo “bien” hecho. Siempre prevalece lo reactivo, lo «mal» hecho o lo que queda por hacer.
El tono y las expresiones muestran desprecio por el interlocutor. La ironía es su lenguaje.
He comprendido que tiene miedo a la diferencia, a que otros piensen que es débil, y como consecuencia a los conflictos, porque cree que siempre hay uno que tiene que ganar y otro que tiene que perder. Y le aterroriza situarse entre los perdedores. Si comprendiera que con la diferencia… todos ganan!!.
Y con todo ello, y otras reflexiones, de la ira inicial he pasado a tener cierta compasión. Me han dado ganas de ir a ofrecerle mi apoyo para lo que necesitara…, y si no lo he hecho ha sido porque cuando le miraba con una media sonrisa, me ha clavado sus ojos como si quisiera verme desaparecer.