Cultura

Pelear con fantasmas

Luis Bacalov

Muchos sabrán, pocos no, y los demás ¿Quién Sabe? —usemos el título de la película cuyo soundtrack escribió Luis Bacalov— que el crédito musical se le adscribió a Ennio Morricone por razones económicas. No tuvo baza en el asunto, pobre, pero igual sufrió con él, porque Luis era amigo suyo.
En España, la película de Damiano Damiani llegó sin el crédito correspondiente a Bacalov, argentino de nacimiento y de profesión. Eran los ’60 y había que venderla. Morricone ya era conocido como compositor de música para spaghetti –westerns como Django; tenía crédito sólido. Bacalov, hasta entonces, había compuesto música para Rita Pavone y se le consideraba un músico light.
Damiani quiso incluso que Morricone supervisara la música del soundtrack. Ennio se negó, porque “Bacalov sabe lo que hace”. Y Bacalov defendió su trabajo en ¿Quién Sabe? respondiendo a la pregunta sobre la influencia de Morricone en la música: “no, no suena como Morricone. Tal vez más bien a Morricone le llegó la influencia de mi música cuando compuso para Il Mercanerio».
Después vino el film La cittá delle donne. Nino Rota se había muerto y Bacalov le heredó el trabajo; pero la historia realmente comenzó cuando Rota hacía la música de Casanova para Fellini. Nino presentó a Luis con Fellini: “Federico, este hombre es bueno”. Años más tarde, tendría la ocasión de probárselo.
1996 e Il Postino le trajeron el Oscar: Best Original Dramatic Music Score; y eso que lo llamaron a último momento porque Morricone estaba muy ocupado y no podía comprometerse con la película. Bacalov lo siente por Morricone, porque no ha ganado un Oscar por sus composiciones para películas; en 2007, lo ha hecho por su trayectoria. Para quienes lo han recibido es el premio consuelo, como los amores de tercera o cuarta vuelta: se aceptan, pero no son realmente amores.
Il Postino es un tango que, en vez de tener una gran orquesta que convenza a la gente de que el tango es música, sólo tiene un buen bandoneón. Michael Radford fue muy inteligente al entender eso de Bacalov.
Post–Oscar, Luis Bacalov se dedicó a decir no en lugar de sí; a hacer conciertos con su propia música, no con la de las películas solamente; a enseñar el tango desde su propio trabajo. El cine no se alejó de él, sin embargo. El resultado más notable es The Love Letter de 1999, dirigida por Peter Chan. En esta película, el amor, el misterio y las cartas —la carta— se entremezclan con un bandoneón intenso, el piano atrevido de Bacalov y el celibato emocional de un pueblo de Nueva Inglaterra, encarnado en su habitante más colorida: Helen (Kate Capshaw, la mujer de Spielberg). Interesantísima paradoja musical, fílmica, actoral.
La canción Fly… Love Letter, fly, tiene una influencia de Francis Lai como si Bacalov no la hubiese podido eludir en el camino,  esa influenciatranspira sobre todo en Going Crazy/Tango Letter. El piano de Luis Bacalov es igual de preciosito que el de las composiciones de Lai para Treize Jours en France y La LeÁ§on ParticuliÁ¨re; pero lo más asombroso del soundtrack es el tinte Á  la Django Reinhardt en la canción The Picnic. Serían caprichos de consagrado, ¿por qué no?
Más tarde vino Kill Bill y, Tarantino en su locura barroco-oriental, urgió a Bacalov a volver al western: The Grand Duel (parte prima) no es otra cosa que Eastwood contra Ramón, en For a Fistful of Dollars versión Quentin o sea, Uma versus Lucy Liu. En la segunda parte de Kill Bill están tanto Ennio como Luis. Motorcycle Circus es la canción de Bacalov, Il Tramonto la de Morricone y ninguna fue hecha por otro puñado de dólares, porque a ambos ya sólo les queda el capricho.
Esa es la desventaja de pelear con fantasmas: no abandonan pronto el ring; Morricone con el de Rota; Bacalov con el de Rota y Morricone. Hoy, hasta Santaolalla entra en el bardo: sus fantasmas incluyen a Lalo Schiffrin —ningún Oscar— pero no todos, como él, han tenido el privilegio de tocar con Piazzolla.
En todo caso, tanto para italianos como argentinos —casi lo mismo, sin ser lo mismo, vamos— pelear con fantasmas ya es una tradición, pero que los lleva derechito de vuelta al tango, y a lo mejor eso es lo único que cuenta.
Coda — como que eso le faltó a la ceremonia de premiación a Gelman, por el Cervantes: una sesión de tango con Bacalov al piano y un poema leído, quizás, por Andy García. Cine y literatura deberían mezclarse siempre: Una mujer y un hombre llevados por la vida, una mujer y un hombre cara a cara habitan en la noche, desbordan por sus manos, se oyen subir libres en la sombra, sus cabezas descansan en una bella infancia que ellos crearon juntos, plena de sol, de la luz, una mujer y un hombre atados por sus labios llenan la noche lenta con toda su memoria, una mujer y un hombre más bellos en el otro, ocupan su lugar en la tierra. —Juan Gelman— (GoTan)
Hoy hubo de todo; de Bacalov a Gelman. Pero el post es sobre Bacalov, que no quepa duda.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.