Estaba Sergei ayudando al Maestro en la preparación de una alfombra de rafia que pensaba pintar para regalársela a un amigo y le dijo, como sin querer, al Maestro.
– Ese amigo, debe significar mucho para ti, ¿verdad Venerable Luz del atardecer?
– Asà es, liebre espabilada. El Cielo no siempre se expresa como esperábamos, pero ¿acaso habla el Cielo? Hablan las estaciones, y la noche y el dÃa, el rocÃo y la aurora. Habla todo cuanto existe. ¿Por qué habrÃamos de poner nosotros palabras en esta sinfonÃa de silencios?
– Maestro, yo sólo te hablaba de la alfombra que preparas con tanto mimo para poder pintarla con tinta china. Me temo que he interrumpido algún diálogo.
– Eres terrible, Sergei, terrible.
– Dime, Maestro, ¿es mejor ser pobre o ser rico?
– Hombre, preguntado asÃ, mejor es ser rico. Pero si me preguntas si debemos esforzarnos en un sentido o en el otro, puesto que ni tú ni yo somos ricos ni pobres de solemnidad, te darÃa otra respuesta.
– ¿Cuál, Venerable Anciano?
– La riqueza y la pobreza son dos grandes problemas, pero el más terrible es la pobreza. No existe mayor desgracia en el mundo pues de él derivan el hambre, la ignorancia, la explosión demográfica, la enfermedad y las guerras.
– Ya me has respondido, Noble Señor.
– La pobreza no puede ser una virtud, como torpemente interpretaron algunos desviados de la doctrina del RabÃ. Amar a los pobres sÃ, pero para ponernos a su lado contra la pobreza. Ahora bien, la riqueza también representa un problema.
– ¿Cuál, Honorable Señor?
– Porque el rico emplea toda su energÃa en conservarla y en acrecentarla. ¡Cómo si se pudiera llevar algo consigo a la hora de la muerte, que ya está ahÃ!
– ¿Tan cerca, Señor?
– Todos traemos fecha de caducidad desde que nacemos. Ocurre que no la vemos y asà no nos desesperamos para que pueda seguir dando vueltas este tÃo vivo.
– Maestro, hoy no andas muy optimista. ¿Vuelan tus pájaros lejos de tu corazón? ¿No era asà como decÃan en Corrientes «ando con los pájaros volados?»
– Mira, Sergei, astuto, ante la pobreza y la riqueza, el hombre justo que sigue el Camino, procura evitarlas. Y ahora, deja ya de inquirir y estira bien la trama mientras yo me ocupo de la urdimbre.
J. C. Gª Fajardo