La métrica se dejó de usar cuando los poetas prescindieron de ella para escribir sus poemas. De pronto el verso libre colonizó la lírica poética, y su poderosa expresividad cautivó a los lectores. Además, el verso libre democratizó, por decirlo de alguna manera, la creación de poesía: todo el mundo, todos, desde entonces, podían escribir poemas. Solo bastaba con poetizar enunciados conmovedores, alguna que otra metáfora o símil, y ya está: ya teníamos un poema.
Cuando la poesía métrica era popular; es decir, del siglo veinte hacia atrás, ocurría como ahora, que el verso libre es lo común; lo que más se lleva en estos tiempos.
Hay muchos poetas en la actualidad que dicen que sus poemas tienen múltiples interpretaciones. Yo considero esto un error, porque la poesía no debería perder esa objetividad unitaria que posee la prosa. Si bien la poesía es, en definitiva, síntesis, también nos cuenta una historia individual o colectiva. Y al contarnos algo se vuelve literatura, lógicamente, pero lo que quiero decir es que la prosa (o narrativa) le lleva una ventaja considerable a la poesía en cuanto a interpretar su contenido. Es por eso que muchos lectores de literatura en general se decantan por la prosa. Incluso, algunos le tienen cierta manía por eso mismo: sus múltiples interpretaciones. En cambio, en la prosa basta con leer o releer un texto para entenderlo.
Quizá ese ensimismamiento del poeta vaya más allá de la escritura y se transmita en el poema causándole al lector los efectos que mencioné. Por el contrario, en el narrador ese ensimismamiento es mínimo o controlado para que no le afecte al lector. El narrador quiere, desea que sus lectores entiendan el mensaje a la primera, para que no se pierdan; para que no divaguen en cuestiones ajenas, o para que no se desconcentren del hilo conductor de la historia que están contando.
Pero no toda la poesía es intrincada o tiene múltiples interpretaciones. Se ha escrito mucha poesía en métrica y verso libre que se entiende muy bien, y el lector no echa de menos la objetividad. Esta es la poesía que a mí me gusta. La otra poesía, la intrincada, se la dejo a aquellos lectores que quieran recrearse en la jungla neuronal de esos poetas hipermetafísicos o que solo se miran el ombligo y escriben de su YO, y de su YO, y solo de su YO. Aunque no estoy en desacuerdo en que se escriba de uno mismo y de su interior; por el contrario, estoy muy a favor de eso, pero con objetividad. Suena casi imposible, lo sé, pero los poetas, creo, deberían hacer un esfuerzo y pensar en el lector a la hora de escribir. Eso mismo que escribiste tú, poeta, y que lo entiendes perfectamente, porque salió de ti, el lector no lo va a entender, precisamente porque su complejidad y subjetividad no es accesible a ellos, ya que el lector no está dentro de ti; el lector quiere leer solo un jodido poema sin volverse loco intentando entenderte, querido o querida poeta.
Asimismo entiendo a aquellos poetas que acertadamente afirman que la poesía viene de un lugar desconocido, es decir, de ese lugar dónde lo racional no está presente al cien por cien. Entiéndase esto como el mundo onírico, metafísico, místico, emocional, etc. También entiendo que el poeta esconda su mensaje en los versos, para quitarle simpleza y darle trascendencia al poema. Todo eso lo considero válido, pero como lector de poesía, ya no como poeta, me gusta la claridad de ideas y de expresión en el poema que voy a leer.
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