Pongamos que alcanzo el verano, que descubro el descanso tras el agotador invierno y que recalo en tus playas generosas y limpias donde me entrego a confundirme con tu piel de arena tibia y me dejo acariciar por tus manos frescas de mar y brisa.
Pongamos que mis párpados se entornan para no deslumbrarse con la luz de tu hermosura y que mis labios se entreabren para saborear tu aliento húmedo y marino.
Pongamos que mis oídos me adormecen con el rumor de olas que acunan el mar y que mi nariz se embriaga con el olor del viento y la vida.
Pongamos que sueño paraísos perdidos bajo el sopor del sol y que balbuceo dormido palabras que erizan el vello.
Pongamos que el calor y la tranquilidad engañan a mis sentidos y que mi mente se extravía por rincones de inconsciencia.
Pongamos, entonces, que hablo de ti, benditas vacaciones.