Puede que sea uno de los pocos que no haya salido decepcionado de la sala del cine después de ver Prometheus. Las crÃticas negativas a esta pelÃcula han sido casi unánimes. Pero creo que la razón para todo esto es que la gente, al tratarse de Ridley Scott, haya puesto sus esperanzas en que podrÃa igualar o mejorar sus dos obras maestras: Blade Runner y Alien. Sin embargo, esto no suele ocurrir; son muy raros los casos en los que un director de cine, un escritor, un dramaturgo; un creador, en definitiva, haya repetido en sus posteriores obras la misma calidad de la anterior, considerada obra maestra.
Yo, aún sabiendo de que se trataba de un gran director de cine, no esperé nada de Prometheus. Sólo fui a entretenerme, a que me cuenten otra historia, a creérmela y a escribir sobre ello en este espacio. Porque habÃa que hablar de Prometheus y explicar el por qué no fue lo que todos esperaban.
La pelicula comienza con la tÃpica búsqueda del ser humano de sus orÃgenes. Y lo que nos quiere decir Ridley Scott, y todos los ufólogos o ufólicos (creyentes de los UFO o fenómeno OVNI), es que nuestra especie tiene un origen extraterrestre. Es decir, que ningún Dios, ni los chicos listos de la
CERN tienen razón. Todos están equivocados: provenimos de los extraterrestes, según la pelÃcula.
Prometheus es la nave espacial que los lleva al planeta donde los extraterrestres duermen una especie de hibernación forzada hasta que algún organismo (léase humanos) los despierte del sueño. Y claro, no podrÃa ser de otra forma: nuestra especie despierta a los malos y luego los mata en pos de salvar nuestro planeta azul. La fórmula perfecta para crear un héroe de la nada.
Y por si no fuera poco, la religiosidad está presente, como en casi toda pelÃcula americana, y esa dicotomÃa entre la Fe y ciencia es evidente a los ojos de los espectadores. Esto debió haber hecho hervir la sangre de los seguidores ateos y/o agnósticos de Ridley Scott. Me imagino.
Hay escenas realmente muy logradas, como la de la protagonista, la arqueóloga-cientÃfico Elizabeth Shaw, que se practica un aborto por cesárea, al enterarse que su pareja, el cientÃfico Charlie Holloway, estaba infectado con los microorganismos alienÃgenas. Y posteriormente muere a causa de ello. Impresiona ver cómo la máquina de operaciones quirúrgicas superavanzada le practica el aborto automáticamente con sólo programarla: le extrae el alienÃgena (que parece un calamar). Pero lo que no resulta creÃble es que ella continuó sin descansar. Cualquier persona se hubiera desmayado con el dolor. En este caso se aplicó una especie de anestesia de rapidÃsimo efecto (¿la magia del cine?).
El final de la pelÃcula es un guiño descarado a Alien. Con esto evidentemente habrá una continuación y será, supongo, ni más ni menos que el resurgimiento de uno de los alienÃgenas más famosos del séptimo arte. Aunque vaticino que no conseguirá ni tan siquiera una pequeña parte del éxito de su predecesor. El formato Alien (el octavo pasajero) es un producto ya caducado, manido. No creo que el público se trague semejante dinosaurio cinematográfico. Su tiempo ya pasó. Hoy en dÃa, con las nuevas tecnologÃas e Internet, el formato Alien es como uno de esos primeros procesadores de sobremesa 386, 486, Pentium (¿alguien los recuerda? Yo sÃ, pero prefiero no recordarlo).
Se equivocarÃa Ridley Scott al resucitar (de llevarse a cabo ese proyecto) a su viejo juguete alienÃgena.
En sÃntesis, me gustó Prometheus (debo ser uno de los pocos), y recomendarÃa esta pelÃcula, pero no por el argumento que es demasiado simplón, sino por los efectos especiales. Es sorprendente ver cómo la tecnologÃa no tiene lÃmites a la hora de crear estos escenarios impresionantes.
*Imágenes de la 20th Century Fox.
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