¡Y tan espectacular! Ya en su primera semana de proyección, la película de Ridley Scott ha recaudado en España más de 3 millones de euros, convirtiéndose así en el tercer mejor estreno del año, tras “El Caballero oscuro”y “Los vengadores”.
Prometheus, protagonizada por Charlize Theron, Michael Fassbender y Noomi Rapace, intenta explicar un viaje a los orígenes de la humanidad y, de paso, desvelar la procedencia de Alien, ese octavo pasajero que tanta fama deparó al director de la saga. Pero esta “precuela” no cuela porque apenas disimula las arbitrariedades de un relato con más pretensiones que aciertos. Entre reiteradas apelaciones pseudofilosóficas a la génesis del hombre y los estruendos de unos efectos brillantemente elaborados, el film de Scott se agota en el empeño de hilvanar infructuosamente una narración que sea, al menos, consecuente con las expectativas generadas por la publicidad en un público fiel, pero no idiota, a la ciencia ficción.
Y es que la película se limita, simplemente, a un mero ejercicio de incoherencia sumamente espectacular que ofende la inteligencia de los espectadores. Ningún actor, salvo quizás el androide tan previsible como insulso, se toma en serio el papel que representa, reflejando lo disparatado de los comportamientos que describe el relato audiovisual, especialmente truculento.
Entre mitos bíblicos y referencias antropológicas, Prometheus resulta un engaño, una gran estafa que decepciona al más sumiso admirador de Ridley Scott. Desde el arqueólogo incompetente que se ¡desorienta! en el interior de la estructura que está cartografiando, hasta bichos cuya presencia nada aportan a la historia y enigmas que no responden a ningún planteamiento lógico, sin contar los decorados que parecen añadidos para resolver secuencias posteriores (quirófano de la “jefa” que no está dotado para atender problemas femeninos) y acciones que ni en Superman son creíbles (una recién operada de cesárea que se levanta de la camilla para luchar contra alienígenas o el que se escapa de morir aplastado por una nave descomunal gracias al hueco de una roca sobre la que se estrella), etc., todo parecen ocurrencias que se han incorporado para resolver insuficiencias del libreto o alargar la duración del film. Nos cuidamos de citar todo lo anterior con la prevención de no revelar incoherencias aún mayores en la trama de una película que, en vez de narrar un imaginario nacimiento de la humanidad, se extravía entre la insolvencia de un guión infumable.
No pretendemos espantar a los espectadores, sino avisarlos de que los genes de la más absurda confusión se diluyen en el metraje inútil de lo que no es más que una chapuza sumamente rentable. Y lo consiguen: se están forrando con esta mierda. ¡No se la pierdan!