Escenarios, 86
Según el astrónomo Edwin Hubble, es posible establecer el momento en que, hace miles de millones de años, toda la materia del universo estaba concentrada en un solo punto, antes de empezar a expandirse en el espacio.
Este texto inicial de la obra ‘Qfwfq. Una Historia del Universo’, producida por Teatro Meridional, que se ha representado este fin de semana en el zaragozano Teatro de las Esquinas, daría a entender un planteamiento serio y rigurosamente científico. Pero Julio Salvatierra, el autor de la pieza basada en ‘Las Cosmicómicas’ de Átalo Calvino, una de las series de cuentos más imaginativos del siglo XX, lo ha enfocado de forma coherente con el origen del texto, que no puede ser otra que la cómica, englobando sabiamente los aspectos filosóficos y antropológicos de la situación. Un espectáculo original y arriesgado, pero resuelto con maestría por una compañía solvente.
La obra de Calvino se inspira en nociones científicas, algunas de las cuales se encuentran ya desfasadas, para desarrollar una trama surrealista e hilarante. Una familia de campesinos, abuela, padre, hijo e hija nos cuenta el nacimiento del Universo, la condensación de la materia y la formación de la luz, el agua y las estrellas. Lo hacen con diálogos y canciones macarrónicas, pero muy ocurrentes, narrando el origen del tiempo, del espacio, de la vida y del impulso pansexual que origina las especies. La Luna, que pasaba entonces tan cerca de la Tierra que se podía subir a ella de un salto, antes de que las mareas la alejaran, da origen a uno de los episodios finales más impactantes.
No se trata básicamente de teatro del absurdo, aunque tiene grandes dosis del mismo, sino fundamentalmente de una pieza humorística.
Álvaro Lavín, Marina Szerezevsky, Chani Martín y Elvira Cuadrupani, bajo la dirección del primero, van montando un retablo ingenioso y divertido con escenas sucesivas en el tiempo, en las que mantienen básicamente sus papeles. Las situaciones estrambóticas están contenidas, encajando perfectamente dentro de la estructura dramática. La inclusión de canciones cantadas a capella esponja el texto, en ocasiones algo enrevesado, aunque siempre comprensible.
Hay algunos episodios bellísimos, como los que describen la primera noche del universo, el nacimiento del mar o la aparición de los colores. En ese sentido, el enfoque humorístico del texto es compartido por la vibración emocional, que los actores aciertan a transmitir a la perfección.
El montaje y la escenografía son sencillos, bien apoyados en la proyección visual de un paisaje indeterminado en el que van apareciendo sucesivos elementos citados a lo largo de la acción, como las estrellas o la Luna.
La larga trayectoria de la obra, con casi 300 representaciones, avala su calidad y el interés que ha despertado en los espectadores.