Quien ha viajado algunas horas de su vida, o muchas, en los libros de los grandes poetas, sabe reconocer la perdurabilidad y belleza de un poema. Un lector no está previamente hecho, se forja a través del trabajo, de la selección, del desarrollo de los criterios estéticos. Yo misma he tardado años en emocionarme con un poema que era grande para otros, pero aún no habÃa llegado a serlo para mÃ, eso no habla mal del poema, habla de la lectora que era.
Hoy en dÃa resulta moderno e intelectual definirse como poeta, sin tener en consideración la complejidad y la esclavitud de dicho término. No se elige ser poeta, la poesÃa te atrapa y te hace trabajar para ella, por eso son muy pocos los que se entregan y pueden acompañar su nombre con un libro de poesÃa.
Quiero decirles que en primer lugar hay que aprender a leer poesÃa, descubrir a los grandes autores y discriminar cuáles son sus mejores poemas, eso pueden hacerlo muy pocas personas. La mayorÃa confunde lo que parece un poema con un poema. La rima con lo poético. La verdadera poesÃa se distingue porque habla al corazón de las cosas, sin adornos, sin explicaciones, es atemporal y no distingue de culturas ni clases sociales, no es tendenciosa ni se pliega a ningún poder imperante. Los poetas no buscan llenar sus paredes de premios ni adulaciones, pues el mayor reconocimiento es que lo escrito traspase la frontera del tiempo y sea reconocida por otras generaciones.
PodrÃa preguntarle ¿ha leÃdo alguna vez un verdadero poema? ¿conoce algún poeta? No se olvide, querido lector, que los libros si no se leen no sirven para nada. Lea, no adorne sus estanterÃas. Llene su vida de poesÃa. Conozca a César Vallejo, Vicente Huidobro, Rafael Alberti, Federico GarcÃa Lorca, Vladimir Maiakovski, Miguel Oscar Menassa, Raúl González Tuñón, Olga Orozco, Gabriela Mistral, Carilda Oliver Labra, Césare Pavese… y luego podrá acercarse con otros ojos a los escritores contemporáneos. Para que haya futuro no nos podemos olvidar de lo ya producido.