Que nadie se olvide. Ganaron las elecciones quienes, junto con el PSOE, son los principales responsables de que nuestro país esté en la situación que está.
Ganaron las elecciones quienes inflaron la burbuja inmobiliaria, y contribuyeron al mayor endeudamiento privado y público de la historia de España. El PP, junto con el PSOE, politizaron las cajas de ahorro, aprobando y articulando leyes que les permitían mangonear en ellas, en aras de su poder autonómico.
Ello constituyó la palanca principal de su poder político regional: el control sobre el poder financiero. Desde las cajas de ahorros, PP y PSOE decidieron qué se construye, en qué pueblo, quién lo construye, y a quién se vende. No queda ya duda que la concesión de hipotecas y sobre todo, de los créditos a promotores, no ha sido el resultado de un análisis de riesgos, sino que ha seguido criterios estrictamente políticos. A más de uno le resultará familiar este sistema, pues era el mismo que imperaba durante el franquismo. Y como entonces, su consecuencia ha sido el hermanamiento de intereses económico-financieros con el amiguismo y el interés del partido, tanto del PP como del PSOE. Y así, año tras año, autonomía a autonomía, pueblo a pueblo, fue inflándose la burbuja inmobiliaria hasta que finalmente explotó en 2008.
Como no podía ser de otra manera, esta politización amparó y bendijo la entrada en las cajas de ahorros de gestores deshonestos en busca de fortuna personal. Sus presidentes y los directores generales fueron nombrados a dedo por los presidentes de las comunidades autónomas gobernadas por el PP por simple afección personal. Corruptos y sinvergÁ¼enzas, las llevaron a la bancarrota, y ahora a todos nosotros nos toca pagar su recapitalización y saneamiento con nuestros impuestos. Para ello Rajoy seguirá rescatando bancos y cajas reconvertidas en bancos, y para mayor indignación, ha confirmado su intención de crear el banco malo que asuma todos los activos inmobiliarios de dudoso cobro y bajo valor de mercado, todo ello con cargo a los impuestos de los ciudadanos.
El PP ha gobernado en las comunidades autónomas y en las capitales de provincia, colaborando claramente al endeudamiento desorbitado que tenemos. Valencia, Baleares, Madrid, que tanto han sido puestos como ejemplo de la “gestión eficaz” de los populares, son templos para la adoración del gasto público. Recordemos que en los últimos meses en varias ocasiones han estado a punto de declararse en quiebra, por no poder si quiera abonar los sueldos de sus funcionarios ni las correspondientes cuotas a la seguridad social.
Al hilo, el despilfarro, la impúdica y libre disposición del dinero de los contribuyentes en las manos de políticos del PP, no escapan a la inteligencia ciudadana, tanto en relación al gasto público corriente, como en subvenciones arbitrarias, como en inversiones públicas de imposible retorno. Sin llegar a los niveles del PSOE, que por su magnitud ingente palidece al PP, son reflejo de su déficit de ética en la gestión de la cosa pública.
El PP (como el PSOE) ha consentido y protegido la cultura del pelotazo y del chollo entre amiguetes, últimamente con ramificaciones que entran por las ventanas del Palacio de la Zarzuela. Cohecho, malversación, prevaricación y falsedad documental, son sus pecados más habituales en el ejercicio de su inmenso poder municipal y autonómico, a igual que el PSOE. El “corruptódromo” elaborado por la plataforma No Les Votes contabilizó casi 400 casos de corrupción política en nuestro país, de los que casi la mitad están protagonizados por el PP. Y sigue sumando.
El PP ha creado por toda España una red de empresas públicas a nivel autonómico y municipal, de la que se desconoce el número exacto y cuya situación contable está por comprobar. La transparencia y el escrutinio público de la gestión de estas empresas brillan por su ausencia. Por poner un ejemplo de la magnitud potencial de este problema, aún sin encarar, las empresas públicas autonómicas directamente supervisadas por el PP en 2010 eran 750, y su deuda total acumulada superaba con creces los 3.000 millones de euros. Las empresas públicas autonómicas y municipales, son el vehículo fundamental del clientelismo político en España, y su desmantelamiento o revisión no está en el discurso político del PP.
En el plano de la independencia de la justicia, el PP ha fomentado su grosera politización. Fue promotor hace ya unos cuantos años, junto con el PSOE, de las leyes que facultan a estos dos partidos a designar a dedo a los miembros tanto del gobierno judicial como del Tribunal Constitucional. Cierto es que durante los años de gobierno del de la ceja, su capacidad de influencia ha quedado muy recortada, puesto que “sus” jueces estaban en minoría. Pero en los próximos meses toca la renovación de algunos de sus miembros, y el PP es quién se beneficiará de ello en esta legislatura.
En cuanto a la libertad de educación, el PP ha demostrado en las comunidades autónomas donde gobierna su desprecio por los derechos de los padres a elegir tanto la lengua de escolarización de los hijos, como la libre elección del centro. Valencia, Galicia, Baleares aprobaron bajo gobiernos del PP la imposición de la lengua en la educación. Y Esperanza Aguirre aplica criterios de economía planificada al sistema educativo, en cuanto que es una comisión política la que decide finalmente en qué colegio estudian los niños madrileños.
La rigidez del mercado laboral, principal causante de la pérdida de competitividad de nuestra economía y terrible lastre para la recuperación, también tiene la huella del PP. La actual legislación de contratos de trabajo, de la que el PP es coautor, condena a los desempleados a no encontrar oportunidades, y consagra el actual mercado laboral de dos velocidades que amedrenta la inversión productiva.
Y lo dejo aquí, por no seguir. No nos queda más remedio que otorgar a Mariano Rajoy un margen de confianza. Deseo que pueda encaminar a nuestro país hacia la salida de la crisis y devolver el peso de la iniciativa económica a la sociedad civil. Ahora tendrá que desmontar y deshacer todas las trabas que el PP ha contribuido a crear en los últimos 20 años. Pero no se merece un apoyo ciego. Es la menos mala de las dos opciones de gobierno que concurrieron el 20N, y como tal, debemos aceptarla. Pero no olvidemos de dónde viene el PP y qué han hecho. De sobra es conocido.