* Ellos dieron las órdenes para sacar la pandemia de África y no establecieron las cuarentenas y controles sanitarios necesarios sobre la población de riesgo madrileña
* Ambos están en trance de pasar a la historia como los causantes políticos de la propagación de la enfermedad en Europa, como Adolfo Suárez y Jesús Sancho Rof lo fueron del Síndrome Tóxico.
* Si la epidemia se convierte en pandemia, como ocurrió con la gripe “española” de 1918, que propagaban los norteamericanos, ya pueden ir escondiéndose bajo la tierra.
* La enfermera de Alcorcón contaminada tenía que haber dispuesto de un protocolo y haberse dirigido al Carlos III en lugar de tratarse en el Hospital de Alcorcón
* Debió estar controlada al menos telefónicamente y no haberse ido de vacaciones, convirtiéndose sin saberlo en un vehículo de propagación.
* Era obligación de las autoridades sanitarias haber obligado a las personas expuestas al virus a llevar un diario con sus movimientos, para tener controlada a la población de riesgo sin necesidad de una encuesta epidemiológica.
* ¿Cuándo van a aprender los políticos que la caridad y la compasión mal entendidas, con el propósito exclusivo de sacar votos, también pueden matar?
* ¿Cuando se dará cuenta Ana Mato de que traer el virus a Madrid es multiplicar por mil el riesgo de exposición por la facilidad de transporte y los miles de establecimientos comerciales y de ocio existentes?
Entre mayo de 1981 y diciembre de 1990 se produjo en España una de las mayores intoxicaciones alimentarias de su historia: la enfermedad del aceite de colza o síndrome tóxico que afectó a miles de personas, familias enteras incluidas.
Trabajaba entonces en la revista CAMBIO 16 y con mi compañero Rafael Cid me tocó cubrir aquella información. Conocí de esa manera al doctor Antonio Muro, epidemiólogo y especialista español ya fallecido, que dedicó centenares de horas a explicarnos como se detecta una enfermedad, como se sabe que es una epidemia y cómo se ataja ésta.
Muro solía contarnos que, tan importante como tener buenos hospitales y centros de atención primaria para detectar precozmente a los pacientes, era hacer una buena encuesta epidemiológica para descubrir el agente causal de la enfermedad, aislarlo e impedir que la plaga se propagara y nos matara a todos, los políticos primero, por favor, que son los causantes de muchas tragedias humanas.
Pues bien, bromas aparte, ahora que anda suelta por Madrid una segunda epidemia, nada menos que de Á‰bola, el mayor agente mortal del planeta, me acuerdo de este médico insigne y de lo que nos contaba:
1.- Las enfermedades infecciosas, sea cual sea su vía de transmisión (saliva, heces, aire, líquidos, fluidos, contacto físico) deben ser tratadas en su entorno natural para evitar su propagación.
2.- Deben trasladarse hasta las zonas afectadas y contaminadas los medios sanitarios necesarios de los que se dispongan, para fijarla en la zona y frenar su avance.
3.- En el caso del Á‰bola es lo recomendable. Gracias a que los medios de transporte masivos en los países africanos son deficitarios la enfermedad avanzará más lentamente que en Madrid, Nueva York o Chicago con sus excelentes autopistas y su multiplicidad de formas de moverse (taxi, metro, autobús, tren, avión).
4.- En las grandes ciudades existen, además, muchos más puntos de contacto y, por lo tanto, de contagio que en una aldea o gran ciudad africana: cafeterías, restaurantes, iglesias, escuelas, oficinas, hoteles, etc.
Conociendo estas premisas, trasladar a enfermos graves por el Á‰bola desde África a Madrid o a Estados Unidos para administrarle un tratamiento parecido al que se le administraría en el lugar de origen de la plaga, sin otra razón objetiva es un riesgo innecesario propio de dos políticos en celo, Mariano Rajoy y su cabecita loca Ana Mato, unos individuos ofuscados en la caza y captura de votos a cualquier precio.
1.- En efecto, para que nadie le criticara y le sacara los colores, los responsables del gobierno y del Partido Popular de la nación camuflaron bajo el manto las razones humanitarias lo que era pura y simplemente oportunismo político, calculado bajo la premisa coste/beneficio, e importaron una enfermedad con tasas de mortalidad de cerca del 50 por ciento exponiendo a 6.414.290 madrileños y a no se sabe cuántos miles de visitantes a un peligro innecesario.
2.-. Al tomar esta decisión los dos políticos han permitido la propagación y la expansión de una enfermedad que no tiene cura, han traído a Europa una pandemia de dimensiones incalculables, que en África azota a millones de personas convirtiendo a otros 520 millones en población de riesgo genérico (el real son muchas menos, claro) al no tener controlados los medios de propagación.
3.- Los nombres de Rajoy y Mato no están aún en los periódicos ni son la diana de la sociedad porque el caso detectado está aún en fase embrionaria. Pero si la epidemia africana se convierte en pandemia, como ocurrió con la mal llamada gripe “española” de 1918, que se detectó en el Condado de Haskell y que fue propagada en Europa por los soldados norteamericanos, matando a más de 25 millones de personas, ya pueden ir escondiéndose bajo la tierra porque la opinión pública del viejo continente los quemará vivos por haber metido el “bichito” con forma de lazo en sus casas.
4.- Porque, manda bemoles, cuando todo el mundo temía el contagio vía un hombre de color que llegara a España, huyendo del hambre y la miseria, es el Gobierno de la nación el que la trae para ahorrarse un gasto de 10 de millones de Euros y enviar un par de hospitales de campaña a la zona, que hubiera sido lo lógico y lo efectivo.
Porque, además de contravenir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de otros organismos sanitarios internacionales al sacar la enfermedad de África y traerla a Europa para halagar los sentimientos de la gente y sacar votos, se deberían haber tomado como poco las siguientes precauciones:
A.- Establecer una cuarentena rigurosa para todas las personas que han estado en contacto con los pacientes infectados.
B.- En su defecto, realizar un control telefónico de los mismos en sus domicilios, recomendándoles apuntar en una libreta las personas con las que se relacionaban para tener, de esta manera, una encuesta epidemiológica por anticipado y, en caso de contagio, saber cual podría ser el entorno de riesgo.
C.- Establecer un centro de referencia al que dirigirse en caso de contagio y no permitir que vayan a cualquier hospital a hacerse las pruebas lo que supone establecer nuevos riesgos de propagación de la enfermedad.
D.- En todo caso, lo que tenía que haber prohibido la consejería de Salud de la comunidad de Madrid y el ministerio de Sanidad es que las personas expuestas al virus pudieran irse de vacaciones.
Ninguna de estas barreras sanitarias que figuran descritas en cualquier manual de control de epidemias de la OMS se cumplió en el caso de la mujer contagiada de Alcorcón (Madrid).
Con lo cual, teniendo en cuenta que la capital de España es una ciudad turística, visitada por decenas de miles de personas todos los días, y desde donde salen centenares de vuelos todos los días, el virus del Á‰bola puede haberse esparcido ya a la mitad de la humanidad. Imaginemos dos escenarios posibles:
1.- Pensemos, por un momento, que la mujer transportadora de la enfermedad se le hubiera ocurrido una mañana coger el tren para desplazarse desde Alcorcón a Madrid y, desde la capital, a El Escorial a comer con unos amigos. Y que durante el trayecto hubiera sufrido cinco golpes de tos que hubiera procurado mitigar tapándose la boca con la mano que luego hubiera apoyarla en las barras de sujeción del metro o el tren. ¿Dónde estaría el virus ahora? ¿Cuántos focos de contagio habría en Madrid desde el norte al sur?
2.- Vayamos un poco más allá. Imaginemos que se marido, en lugar de médico hubiera sido cargador de Mercamadrid y que en medio de un ataque de vómitos hubiera manipulado sin guantes en los últimos días cinco toneladas de melocotones repartidos por Mostoles, Villalba, Pinto, Alcalá de Henares, Alcobendas, Majadahonda y Torrejón de Ardoz. ¿Quién controlaría ahora la epidemia?
Las elucubraciones son muchas y pueden llevarse hasta el infinito pero no así el terror de los inversores y de los ciudadanos europeos que han castigado hoy a los valores hoteleros, a las agencias de viajes y a las compañías de aviación en la bolsa de Madrid. Y que en el supuesto de que se produjeran 100 casos más de Á‰bola causarían tal estrago en la economía nacional que España no desaparecería como nación pero estaría más cerca de Sierra Leona, Liberia o…
De ahí que la irresponsabilidad, la imprudencia temeraria de Rajoy y de Ana Mato haya que criticarla duramente. Por que nadie tiene derecho a tomar decisiones políticas que afecten a la vida y a la salud del ser humano, por muy buenas intenciones que hayan sido las suyas.
Dicho esto acabo con el caso del síndrome tóxico. Las investigaciones determinaron que la dolencia se caracterizaba por un deterioro del sistema nervioso central, por una inhibición de la acetilcolinesterasa en el cerebro. La falta de esta enzima originaba una carencia de la acetilcolina, un neurotransmisor cerebral sin el cual el organismo enferma y se generan multitud de trastornos, desde los vómitos, diarreas, perdida de peso y masa muscular, hipertensión y problemas cardiacos y respiratorios. Las personas afectadas, generalmente acababan en una silla de ruedas o fallecían.
La investigación del agente causal, del elemento que originaba estos cuadros clínicos nunca se determino con exactitud, por la división de opiniones de la comunidad científica. Aunque los dos grupos de investigadores estaban de acuerdo en que el veneno que paralizaba el sistema nervioso central estaba en la ensalada diferían en el resto. Unos pensaban que el tóxico era el aceite de colza des naturalizado con anilinas. El otro, que se trataba de productos tóxicos organofosforados usados en forma de plaguicidas que habían llegado a la cadena alimentaria por medio del tomate o el pepino.
Y mientras se perdía el tiempo en debates inocuos y estériles, entre 1981 y 2013 murieron en España 200.000 personas. Los responsables políticos de aquella tragedia, el presidente Adolfo Suárez y su ministro de Sanidad, Jesús Sancho Rof, nunca fueron juzgados ni condenados al no apreciarse responsabilidad dolosa o imprudencia punible en sus comportamientos.
¿Serán Mariano Rajoy y Ana Mato los siguientes en engrosar la lista de políticos incapaces e ineptos?
No voy a ser sin embargo excesivamente alarmista. Es probable que los dos políticos del PP estén de suerte. Cabe la posibilidad de que la enfermera haya pasado sus cinco días de vacaciones en el teatro y como ya nadie acude a sus funciones no haya contagio alguno. Es una posibilidad.