Estuve debajo de una piedra de cristal cortado.
Me encerré allí por voluntad propia, porque alguien me dijo un día futuro que los recuerdos son esferas de humo que se rompen con facilidad, que se quiebran como el suelo de mi piso.
También estuve en una cueva donde no había más luz que la del pensamiento, y, por lo mismo, no pensaba nada, llevaba en la mano una linterna ciega que temía usar porque las esferas me seguían el rastro.
Cambié de residencia varias veces, sin embargo, me acechaban a donde quiera que yo iba.
Por último, me precipité al fondo de un mar artificial y allí me hubiera ahogado, pero, oh, ironía de la vida, las dichosas esferas me sacaron a flote con un último respiro.
Amargas esferas, no me permiten claudicar, pero tampoco me dan ocasión de defenderme.
Ahora me hallo en el frío interior de una jaula abierta, no sé si algún día pueda salir.