Foto: Lissy Laricchia
Cuando un libro es bueno volvemos a él; lo releemos. Nos pasa con los clásicos y los actuales. Si es bueno siempre volveremos a él. Y en cada relectura no es que encontremos cosas nuevas, sino que nuestra percepción ha cambiado respecto a la primera lectura. El contenido del libro se mantiene intacto, quienes han cambiado son los lectores. O mejor dicho, su percepción. Lo que en un primer momento pasó desapercibido con las siguientes lecturas cambió. Es como la música que, si es buena, vuelves a escucharla. Pero esa primera vez es única: fue un enamoramiento a primera vista. Si lees un libro y la primera vez te gusta o te cautiva entonces volverás a él. Igual pasa con la música. Es muy raro que cuando una cosa, sea un libro o alguna música, no te impresiona la primera vez vuelvas a él. A no ser de estar distraído y no haber prestado atención, aunque esta posibilidad es muy remota y algo absurda.
Releer, entonces, altera la percepción.
¿Hasta cuándo se puede releer? Pues diría que un número indeterminado de veces. Por citar algunos ejemplos, los libros que podría releer sería El Castillo, de Franz Kafka; Las Almas Muertas, de Nicolai Gogol; Campos de Castilla, de Antonio Machado; Los Cuentos Completos, de Edgar A. Poe; La montaña mágica y La muerte en Venecia, de Thomas Mann. Estos son solo unos ejemplos de relecturas. Cada uno tiene su propia biblioteca particular de la que podría prescindir de algunos libros, pero de otros no. Estos libros imprescindibles siempre nos acompañarán. Ya sea como consulta o simplemente por el placer de releerlos.