En las religiones institucionales se distinguen los creyentes ordinarios, esos que siguen al pie de la letra lo que dictan las autoridades religiosas, y los místicos, que son una especie de anarquistas » a lo divino». Por ello siempre han sido molestados, coartados, reprimidos, desprestigiados, expulsados, acusados de herejes, excluidos, encarcelados, quemados en la hoguera, y otros vilipendios. ¿ cual es su horrible crimen? Unicamente ser personas espirituales libres.
Javier Esteban escribe en su trabajo El sufismo, unas pinceladas sobre el camino del corazón: «El sufismo es el néctar del Islam, pero nada tiene que ver con el islamismo. Los sufíes no suelen hacer política, sino que la padecen: han sido perseguidos desde Irán hasta Turquía, desde Afganistán hasta Argelia. Sus lugares santos han sido pisoteados, sus libros quemados, sus visionarios asesinados o torturados salvajemente por quienes hacen de la Ley (Islam exterior) una prioridad absoluta sobre el corazón».La guerra santa del sufismo sólo tiene lugar en el corazón, puesto que en esencia todo sucede en el corazón y no hay más Realidad que la Unidad«.
La persona espiritual, da igual con qué religión externa se le identifique, considera que Dios está en su interior, que cada uno es Su templo y por tanto sobran los templos de piedra, y que esa proximidad con Dios le permite dirigirse a Á‰l como cualquier hijo a su padre, sin necesidad de ceremonias, ni oraciones prefabricadas, ni rito alguno. Y por supuesto, en el caso de los cristianos libres, sin necesidad de intermediarios como obispos, curas, párrocos o Papas. Porque la persona espiritual cristiana cree que todos estos títulos con que el club de los ensotanados se adorna carecen de validez espiritual.
La persona espiritual cristiana cree, por consiguiente, que nadie en este mundo puede perdonar los pecados contra las leyes de Dios, sino que esto es prerrogativa Suya y de Su Hijo. Y aquí viene bien recordar la parábola del Hijo Pródigo. Aquel, por cierto, arrepentido y deseando ser perdonado, fue en busca de su padre, no en busca de un sacerdote. Todo un símbolo que la Iglesia no ve, seguramente cegada por el brillo de su oro.´´
La gran Unidad
La persona espiritual afirma la Gran Unidad, sea o no cristiano. Cree que la energía es una, por ser divina, y que todas las criaturas participan de ella simplemente con su respiración, y cree en la existencia de un Creador supremo omnipresente en todo el universo y en cada criatura como fuerza y vida. Por tanto, nadie debe ir contra la Gran Unidad, y es un mandamiento esencial respetar la vida, incluida la vida animal, pues también los animales tienen alma inmortal en proceso de evolución.
Sin embargo, las religiones externas de culto desprecian el principio de la Gran Unidad, que es la Vida Universal, pues ¿cuál de ellas no favorece el sacrificio de animales y hasta lo bendice con una mano mientras alienta con la otra al carnicero para que llene las mesas de sus seguidores en las que han de sentarse los clérigos?…
¿Cuál de esas religiones que afirman que poseen la verdad sobre Dios son enemigas de las guerras? Es verdad que de cara a la galería pueden hacer tímidas declaraciones en contra y en general, pero se sientan en la mesa de sus promotores y defienden la guerra que llaman justa. Es verdad que critican a veces las injusticias de los ricos, pero se sientan a su mesa y les disculpan sus fechorías. Así que tiene tanta razón el ateo que niega al falso dios de la Iglesia como la persona espiritual que se siente hija del “Otro Dios”, del Dios de verdad, que es el Dios de la paz, de la armonía, del amor, de la justicia, de la igualdad en la energía que nutre a todos los seres al respirar, que califica en nuestra conciencia nuestras acciones y que nos alegra cuando hacemos el bien. El Dios de verdad es la inteligencia universal creadora y mantenedora del inmenso universo y a nosotros en él. Verdades que nuestros amigos ateos aseguran no comprender.
Y aunque es sabido que no es posible que un creyente demuestre a un ateo la existencia de Dios,- ni al revés Su no existencia,- tal vez nuestro amigo el ateo no tendría tantos motivos para rechazar en todo a este Dios del que aquí se habla, aunque le sobren tantos bien justificados para rechazar al falso dios de estas Iglesias institucionales que tanto daño han hecho y siguen haciendo a la humanidad a base de mentiras, ocultaciones, manipulación de las conciencias, violencia, guerras religiosas, conversiones forzosas a indígenas, pederastia, ostentación del lujo, apoyo a dictaduras, y tantas cosas más que harían interminable la relación. ¿Quién puede creer que todos esos individuos que dirigen las Iglesias puedan ser seguidores del verdadero y único Dios con mayúsculas? Cada vez menos personas. Por eso las Iglesias se vacían un poco más a medida que avanzan las generaciones. Y será una buena noticia el día que enmudezcan las campanas porque no haya quien se interese por su sonido.