Los ritos de intensificación marcan una crisis en el grupo social. La crisis podría ser una plaga, sequía, la guerra…Las ceremonias masivas son entonces realizadas para mitigar el peligro. Estos ritos son llevados a cabo por un grupo de gente y el efecto es unirlos en un esfuerzo común, de modo que el temor y la confusión los lleve a la acción colectiva y les provea un cierto grado de optimismo, hasta que el balance natural se restaure.
Los ritos de intensificación no son exclusivos de los tiempos de crisis, en regiones donde las estaciones climáticas difieren y las actividades humanas cambian en consecuencia, se realizan ceremonias anuales, lo que es común en sociedades horticultoras y agricultoras que se apoyan en las fuerzas sobrenaturales, las que se activan en circunstancias críticas.
El Día de los Muertos es una celebración religiosa en todo México y California el día 2 de noviembre, y rinde honor a la memoria de los miembros de la familia que ¨han partido¨. La ceremonia está atada al calendario agrícola prehispánico. Los orígenes precisos del Día de los Muertos no son claros y posiblemente provengan de los Olmecas, la primera civilización del centro y Sur de México de la que se formaron los Aztecas, Mayas, Toltecas, Zapotecas, entre otras culturas.
Los Aztecas conmemoraban la muerte el mes completo de Miccailhuitontli, culto presidido por la diosa Mictecacihuatl, la ¨Dama de la Muerte¨ y por Huizilopochtli, el dios de la guerra. Luego de la conquista española, cuando el catolicismo se volvió la religión dominante, las costumbres se fundieron con la conmemoración cristiana del Día de Todos los Santos, el 1º de Noviembre.
Las ceremonias funerarias, aunque son rituales de pasaje, pueden ser consideradas como ritos de intensificación también. La diferencia se halla en que en las primeras, los individuos deben adaptarse a un nuevo modelo de interacción, en cambio, en los ritos de intensificación, el modelo de interacción social existente persiste y se refuerza periódicamente. La muerte de una persona puede ser una crisis para el grupo completo, especialmente si éste es reducido; los sobrevivientes deben reajustarse a la nueva situación, restaurar el balance.
En algunas culturas, la tristeza y las emociones llegan a extremos. Por ejemplo, una de las partes de los rituales funerarios Milanesios era comer la carne de la persona muerta. El ritual del canibalismo era ejecutado con repugnancia y usualmente seguido por vómitos. Al mismo tiempo entonces, se mostraba una actitud ambigua de reverencia, amor, devoción al muerto y disgusto, terror hacia la muerte.
Sin embargo, para los Aztecas, ésta era una ocasión de jolgorio, lo mismo que para los mexicanos y sus descendientes californianos, ya que la creencia es que los espíritus de los difuntos regresan a la tierra para estar con sus familiares y seres queridos, ellos comen y beben, celebran por las buenas memorias.
Es entonces una celebración de vida y de muerte.
Continuando con la tradición, el 1º de Noviembre, las familias mexicanas construyen altares en sus viviendas, o en los cementerios, en las plazas, exponiendo las fotos de sus muertos, junto con otros íconos religiosos y alegorías, tales como el tradicional pan de muerto (pan con una terminación azucarada, adornado con pedacitos de maza con la forma de huesos y lágrimas) y las calaveritas de azúcar. Las bebidas que se sirven son agua fresca, agua saborizada, chocolate, cerveza, aguardiente y tequila. El mito dice que cuando el sol pasa a través del Zenith, todas las almas retornan al pueblo y sus antiguos hogares, guiadas por el aroma de la comida.
El altar puede ser personalizado con la adición de objetos que eran esenciales para la vida diaria del difunto, también se agregan pequeñas estatuillas de esqueletos que recuerden su profesión. Los objetos pueden ser un machete, un sombrero, un poncho, para los hombres; para las mujeres, sus elementos de costura y tejido, un chal, utensilios de cocina. Para los ¨angelitos¨ (niñitos que fallecieron en la infancia) una buena ofrenda consiste en muñecos de lata o madera, junto con dulces y una taza de leche.
Uno de los elementos compositivos del altar es el papel picado que deriva de la práctica azteca del uso de papel en carteles, en conexión con ritos importantes. Hoy, se realizan artesanías de papeles de colores perforados, formando dibujos geométricos o flores, pájaros, etc. Los colores tradicionales son el violeta -simbolizando el lamento-, el naranja brillante -la felicidad por el retorno-. Cuando las fiestas terminan, se tiran al aire los papeles picados dando una cierta tridimensionalidad al acto.
Las velas son parte del rito cristiano y son para iluminar el camino de las almas; en algunos hogares se prende una vela por cada miembro de la familia. Cuatro velas se ubican en una formación de cruz señalando los cuatro puntos cardinales. Debajo del altar, la cruz puede formarse con pétalos, tierra o cenizas.
Esta celebración, ya diríamos cristiana, es una mezcla de creencias pre-colombinas sustentada por el concepto que sólo la carne decae, no el alma. La vida y la muerte se ven en una unidad, en un ciclo infinito. La muerte es una venganza a la vida, porque nos libera de las vanidades que nos convierten a todos al final, irremediablemente, en un saco de huesos. Es por ello que la muerte se interpreta como un ¨chiste¨ que no termina en el altar, sino que se extiende a las calles y evoluciona en un evento colectivo que transforma temporalmente las áreas históricas de la ciudad.
REFERENCIAS
Los créditos por las fotografías pertenecen a Myriam B. Mahiques, se prohibe su reproducción sin permiso. Las celebraciones y altares son en la calle y la plaza Olvera, Los Angeles, California.
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