Todavía se reían Ting Chang y el Maestro con la versatilidad de Sergei cuando aquél comentó:
– Esto de la identidad tiene sus vertientes.
– Sí, – le respondió, mientras aguardaban a los jóvenes monjes-. Me recuerda una salida espectacular del Mulá. Nasrudín se acercó a un cambista para hacer efectivo un pagaré que le habían dado en Samarcanda. El banquero lo miró sorprendido de que alguien con tan desaliñado aspecto viniera a cobrar una suma tan importante y como se trataba de un pagaré nominativo le preguntó al Mulá: “Por favor, ¿podría usted identificarse?” A lo que Nasrudín reaccionó yendo a buscar un espejo en las alforjas que colgaban de la albarda de su asno. Regresó con él ante el cambista y se estuvo contemplando un largo rato, ante el estupor del otro, hasta que muy ufano le respondió exultante “¡Menudo susto me habías dado, hermano, ¡claro que soy yo!¡El mismo yo que salió hace un año para seguir la Ruta de la seda!”
J. C. Gª Fajardo