Hoy he venido a conversar, yo con usted, señorita luna. He venido a preguntarle, si es cierto que mi querer anda errante por entre los engaños y los vaivenes de la añoranza. Si en algún momento, y en algunos de sus múltiples reflejos, la vio usted ofrecer sus besos. O si salpicada de lágrimas y en silencio usted la vislumbró arrinconada por el desprecio.
Dígame, señorita luna, si en estos años que mis ojos no la vieron ese querer mío se deslizó en vano con el rumbo perdido y el corazón golpeado entre las manos. O si, por el contrario, solazó su ánimo en los brazos de otro ánimo y ni siquiera notó la estela de antaño.
Hoy he venido a conversar, yo con usted, señorita luna. He venido, con la inquietud del que espera milagros, a preguntarle si el querer del que le hablo se arrastra por los senderos turbios del olvido. O si a lomos de otro centauro cabalga libre como Godyva en un arrebato de cielos. He venido a preguntarle. Y si alguna respuesta tiene, le ruego que me haga guiños y guiños con su brillo en mi semblante. Así que, buenas noches, señorita luna.