Hace unas semanas dos de mis sobrinos realizaron la ya más que clásica excursión a Madrid con su Instituto. Me alegró saber que ya no los llevan a visitar el Santiago Bernabeu en cuenta de la visita al Congreso que obviamente es mucho más importante que saber donde celebra sus goles Raúl. Englobada en dicha excusión, se encuentra la parada inexcusable que es el Museo del Prado, a mayor gloria de nuestro país, una de las mejores y más renombradas pinacotecas del mundo. Dado que soy Licenciada en Hª del Arte –aunque mi ámbito de actuación es más bien el audiovisual y las nuevas tecnologías-, no pude evitar preguntarles que les había parecido el museo y que cuadro les había gustado más. Uno de ellos dijo “El Coloso” de Goya. Yo me apresuré a corregir a mi sobrino puesto que el verano pasado un estudio que salió a la luz reconocía al discípulo de Goya, Asensio Juliá –un pintor del que poco o nada se sabe- como verdadero autor del cuadro. Tras aclarar el equivoco, mi sobrino volvió a corregirme a mi: “Nos dijeron que es de Goya y en el cartel y los folletos que nos dieron pone que es de Goya”.
¿Por qué, tras más de medio año de anunciar que los estudios de años y años han demostrado que el cuadro no es de Goya, todavía no se lo han atribuido oficialmente a su legítimo autor? Es obvio que solo hay un motivo: el patrimonio. De un autor como Goya no voy a explayarme, pues al contrario que otros de mis colegas y compatriotas, yo no comparto el gusto por la obra de un misógino mujeriego y sifilítico, aunque reconozco que dicha obra tuvo una gran influencia posterior, sobre todo en el expresionismo alemán. Pero ese no es el caso que nos ocupa. El caso es que Goya representa esa parte de sustancioso patrimonio al que todo país, coleccionista o comunidad autónoma quiere echarle el guante porque su prestigio le da el suficiente valor económico como para aumentar el de su propio patrimonio. ¿O acaso alguien todavía se cree que las continuas pujas por el patrimonio cultural de la Franja con la Generalitat de Cataluña tienen que ver con el amor por la cultura? Es pura, simple y llanamente un conflicto económico. El mismo tipo de conflicto que tiene el Museo del Prado consigo mismo, admitiendo que tiene catalogada como de Goya una obra que reconoce que no es Goya. Admitirlo dentro de casa está bien, pero admitirlo de puertas a fuera es como decir que valías mil millones y ahora solo vales cinco euros. La importancia de una pinacoteca se mide, no por la cantidad de obras o por la calidad de las mismas, sino por la importancia de los autores de las obras que contiene y de su cotización en el mercado –exactamente lo mismo que la bolsa-. Así que, admitiendo que “el Coloso” – y es posible que alguna obra más- no es de Goya, la cotización del Museo del Prado como una de las pinacotecas más importantes del mundo se resiente considerablemente.
En cualquier caso, gracias a Velázquez… siempre nos quedarán “Las Meninas”.