Me paro ante la fotografía y no puedo sino poner cara de lamento, por cuanto pasado el tiempo uno ya no es el mismo respecto del miramiento que hay que tener hacia el resto de los animales. No puedo olvidar que animales también somos, y dicen que racionales. ¿Seguro? Bueno, es la pequeña reflexión que me hago al observar al pobrecito Platero cargando con dos de “los otros animales” y con la mirada medio extraviada; que el semblante yo diría que lo tiene de resignación, porque el poder terreno lo ostentan quienes con todas las de la ley se asientan sonrientes sobre su lomo cano. Y todo ello, en la mitad de un idílico paisaje repleto de margaritas, amapolas y ese olor de la jara que todo lo envuelve.
Miro al pobre Platero –preparado a conciencia por el amigo Sánchez para el día más grande que amanece por Calañas- soportando con estoicismo las alegrías de esos dos seres ajenos totalmente al sufrir de burro, y me entran ganas de quitar la foto del álbum porque ese recuerdo, tal y como lo estoy viendo ahora, no me interesa. Quiero decir, que si pudiera borrarlo lo haría sin dudar. Y mira que la instantánea es graciosa, que más bien parece sacada de una película del viejo Oeste, ¿verdad?: John Wayne y Lana Turner, bien apretaditos y huyendo de Texas sin prisas, a pesar del cartel de “se buscan”. Y todo ello, en medio de una estera de hierbas frescas y flores de cualquier color posible.
Contemplo por última vez a mi admirado Platero, a John y Lana, y dispongo lo necesario para que esta inquietud mía llegue a las manos de quienes elaboran todos los años, con el mimo que yo me sé, los preparativos de los festejos propios. Que ahí se va a quedar prendido ese retrato que en estos momentos de mi vida no quiero, impreso para siempre por entre las páginas de un sueño añal y en la compaña de otros tantos sueños que al igual que el mío se rompen y se recomponen en un instante. ¿Magia? No, la vida misma que en sus múltiples recovecos nos lleva y nos trae como la mar a un barquito pesquero. Y todo ello, en una porción de espacio de fragancia sin igual y de pigmentos estigmatizados para lo eterno.