Se marchitó el nombre de certeza
al diluirse en la sombre irresuelta,
siendo niebla de carne en sombra envuelta,
suspiro de rocío que bosteza.
Durmió su sueño en vahos de tristeza
-temblor de su amalgama disuelta-
sintiéndose ocaso de aurora esbelta,
de sequedad herida en la aspereza.
Palpó en el borde de la oscuridad
latidos ausentes de su armonía;
seco sudor de mano en soledad,
gemido oscuro, sin nombre ni día
turbó el aliento; solo frialdad
sumergida en punzadas de agonía.
GERMÁN GORRAIZ