Los poetas son generosos; lo digo por si alguien no lo sabe. Generosos al no importarles acudir a mi llamada de ayuda bajo el asfixiante bochorno de esa tarde de agosto en la que la ola de calor aconsejaba no moverse de casa, con el agravante de tener que viajar 150 km, que son los que separan Zaragoza de Santa María de la Peña. Su generosidad venía convertida en soplos; soplos de literatura que serían compartidos con los asistentes, también generosos, en el acto a celebrar en el templo románico de aquella localidad alto aragonesa del Prepirineo. Con la tarde envuelta en un mortecino velo de calima sahariana, fueron llegando a nuestra casa, la finca Aroa, para cerrar los detalles del recital. Amigos, reputados poetas y escritores con una larga experiencia en lances de versos e historias imposibles: Inma Marqueta, María Otal, Teresa Abril; Juan Dominguez Lasierra, Víctor Herráiz, Mariano Ibeas, Miguel Angel Marín Uriol, Fernando Morlanes, Luis Trébol y yo mismo, como instigador y coordinador. Generosos, creadores, fabuladores.
El escenario, el templo románico del siglo XII que fue hito religioso en la ruta al monasterio de San Juan de la Peña, allá en los albores del reyno de Aragón, tierras de frontera y expansión a nuevos territorios ganados al Islam.
La asistencia de oyentes estaba a tono con la calidad de los intervinientes y así la nave restaurada de la recoleta iglesia se llenó de vecinos y de amigos venidos ex-profeso como la artista oscense Maria Jesús Bruna o el matrimonio Berthon, profesores de la Sorbona de París o el historiador y ex vicerrector de la Universidad de Zaragoza, Agustín Ubieto Arteta. Los concejales de la CHA en el municipio, Fernando Torralba y Eugenia Rubio, el criminólogo J.C. Alava o el industrial C.Alcaín entre otros.
En una atmósfera de respetuoso silencio, fuimos leyendo por turnos tanto relatos como poemas e incluso la ocasión sirvió para dar a conocer un poema casi inédito de la malograda Ana Maria Navales, cumbre de las letras aragonesas, a cargo de su esposo el maestro de periodistas y escritor Juan Dominguez Lasierra. La técnica de la actriz Teresa Abril, la sensibilidad de María Otal, la emoción de Inma Marqueta, la sabiduría de Mariano Ibeas, la inspiración desbordante de Marín Uriol, la fuerza de Morlanes, el dominio de la dicción de Trébol, la fresura de Herráiz, la prosa poética de Mateo. Dos horas, dos, que trascurrieron con la audiencia entregada a las historias que la acústica propagó como soplos de vida tras el frescor de los muros, cercados de bochorno en una tarde noche efervescente.
Gracias a todos. Gracias también a la Asociación de Vecinos de Santa María por invitarnos y por esa magnífica cena informal con que nos obsequiaron. Prometemos volver el próximo año. Avisamos de la intención porque los poetas somos perseverantes y generosos.