A Mae Holland se le presenta la oportunidad de trabajar en El Circulo, una de las empresas de Internet más prestigiosas del mundo, y acepta sin objeción. Luego de pocos meses se convierte en la principal voz de la compañía al probar su sistema operativo, el cual reúne todas las direcciones de Email, perfiles en redes sociales, cuentas bancarias, seguros de salud y las contraseñas de los usuarios, creando personalidades únicas en pos de una época de “transparencia”. No obstante, tal vez sea demasiado para Mae y traerá consecuencias irreversibles.
Manejo con cierta frecuencia un concepto que suelo llamar “transgresión condicionada”; trata de cómo una obra, sea literaria o fílmica, disimula abordar una posición crítica o deconstruir esquemas, pero en realidad tan solo ofrece veladas insinuaciones de los temas a tratar y sus enfoques. Al final el conjunto es tan convencional, como demasiado complaciente.
The Circle es lo anterior y amplificado, pues de sus planteamientos tan potentes, solo queda un producto en la ruta más segura para su “desarrollo”, y de manera tan poco sutil que parece cobarde.
Todos los dilemas sobre las carencias internas y la reafirmación de una idealizada identidad en las redes sociales, además del sacrificio de la intimidad por una constante vigilancia global, son acariciadas y exhibidas en una retorica de pasmosa simplicidad. No debería ser así, pues hablamos de extraer información personal por un “bien” común o político; avalando sórdidas intenciones, encubiertas en la tópica y edulcorada versión deformada de la actual democracia. Más relevante imposible. Sin embargo, y en un ligero tono neutro, la película nos hace creer que posee complejos matices o elementos implícitos, cuando en realidad cae en la sobre-exposición casi burda y obvia del obstinado optimismo estadounidense y su falsa generosidad.
Se notan los remaches del guion al sacrificar la cimentación de personajes y reacciones verosímiles ante tales cuestiones, para dar lugar a una progresión narrativa de irritable formalidad y confortable resabio. Comprendo perfectamente que deseaba llegar a un público general, aunque no lo consigue justamente porque es muy difícil identificarse con estos vacuos seres, cuya interacción surge cuando el guion lo dice, sin una confrontación real frente a los acontecimientos de por si previsibles y convenientes. Carece de transición emocional alguna, desaprovechando subtramas e interpretaciones de actores que apenas cumplen. En otras palabras, una sátira endeble al nivel de un semi-panfleto digerido, tan indulgente como al sistema que pretende escrutar y reprobar; ni siquiera tal paradoja es interesante. Es capaz de establecer las normas de su universo, pero el manejo del factor humano es deficiente.
Sin contundencia, ni real indagación intelectual, quizás puede resultar un ameno detonante para el adolecente en fase contestataria. Reconozco que tiene alusiones contemporáneas conseguidas –basta pensar en hipérbole sobre Google o Facebook- que pueden generar cierta conciencia, pero efímera por su débil sustento e inerte continuidad; va en automático.
Tampoco esperaba un panorama totalmente fatalista, sobre todo frente a la asimilación del ser por el frenesí tecnológico, pero sí que el relato, de potencial acercamiento antropológico, se tomara enserio y fuera sincero, en vez de este producto procesado y de manipulación maquinal. Un círculo incompleto.