En la locura y media de una noche
por entero sumergida en la falsedad
de sus declaraciones me bronceo con
el sol de una mirada que absorbe mi
atención por su extrañeza, tengo la
impresión de ser observado por una
esfinge cuyos ojos son dos
catastróficas tormentas de arena que
me arrasan. Hay un sutíl perfume
tóxico pero delicioso en el ambiente
que me confunde y me marea, me
traslado a su órbita, su atracción
es muy fuerte, hay un choque. Cuando
despierto del embrujo esos ojos se
han ido y desconozco quién soy por
unas horas, hasta que la vuelvo a
ver. De ahora en adelante no
reconoceré más Paraíso que su brillo
ni otro infierno que su sueño.