Cae el ocaso de los tiempos y poco a poco parece que todo va en declive. Cayeron todos los mitos, todas las esperanzas de sueños… rotos, por la razón de la lógica aplastante del ‘desván del realismo’, que hunde y destroza el ‘trastero de los ilusiones ensoñadas’. Cae la tarde y ves cuan frágil es la vida, cuan extraña la realidad… Fácil que se vaya lo bueno y difícil mantener la verdad…
Cayeron los Reyes Magos. Ni Reyes, ni Magos. Tal vez ni tan siquiera fueron de Oriente, e incluso puede que ni vinieran pues, si hacia Belén fueron. Bien tuvo que ser de Occidente…
Los niños dejaron de venir de París y tornaron a nacer encerrados en un vientre humano de puro amor y luz divina, pero que el romanticismo tornaba algo mágico, procedente de aquello que los mayores daban en llamar «ciudad de la luz». Claro -decía en mi ignorancia- por eso a nacer le llaman el ‘alumbramiento’… Ilusión la del infante.
Cayó mi mítico «Día de Cumpleaños», aquél mágico momento en el que decidí, o el destino decidió, o quien quiera que fuere que tuvo a bien que viniera a este mundo. Un día de glorias, alegrías, regalos, aventuras, donde se confirmaban los amigos y los no tan amigos también dejaban claro su rango social y afectuoso para con uno… Ese día en el que todos se acordaban de ti y te estiraban de las orejas, tal vez para que fueras más burro con semejantes apéndices más estirados. Un día que me prometí a mí mismo que NUNCA sería día de trabajo, pues para eso decidí venir al mundo en verano, aunque con el tiempo… el verano pasó de ser una estación de fiesta y frenesí a una estación más, como tantas otras, con mucho más calor e incomodidades, donde también se trabaja y estudia mal, pero estudiamos (los que así nos gusta divertirnos). Y un año, el día de mi aniversario de vida, finalmente, me tocó romper mi promesa, mi ilusión baldía… y seguí trabajando.
Como cayó el día 1 de agosto, momento mágico en mi familia, día que era conocido por ser el de la gran gesta de reunión familiar en Andalucía… Un viaje épico que ahora se hace apenas en tres horas por tren y apenas seis por coche, pero que entonces, con aquellos vehículos y aquellas carreteras… raro era quien lo hacía en un solo día, con un único conductor. Dormíamos en Bailén, y así el día 2 de agosto llegábamos finalmente a la que fue la capital de Al-Andalus: Córdoba
Mi último mito se me va desmembrando poco apoco y voy sintiendo que aquello que era una ilusión,va a seguir siendo la esperanza de sueños… rotos. Yo confiaba en que había pintores, músicos, escritores, que vivían única y exclusivamente de eso: de su música, su literatura, su pintura… Tal vez antaño sí. Algunos, sin duda los más atrevidos y aventajados de su momento. Tal vez un Cervantes, un Góngora… pero hoy voy viendo que entre la inmensa mayoría, raro es quien puede decir «yo vivo de mi música, de mi pintura, de mis libros… o de mi arte». Todos son funcionarios, profesores, conferenciantes, docentes, ingenieros, arquitectos… gente de alta cuna, donde la necesidad de comer está cubierta y donde aquello no es sino un entretenimiento en el que se sacia su vocación, mientras tienen su profesión que lse da cada día de comer caliente en la mesa . Literatos puros, que solo vivan de sus novelas, su dramaturgia, no digamos su poesía o su ensayo… ¿Quién hay por ahí que viva de su poesía, de vender sus versos o explicar sus ensayos? Todos dan conferencias, hacen oratorios, recitales, cursos, clases magistrales… exposiciones… Y yo pretendiendo vivir de mis letras, de mis sueños ensoñados de poeta enamorado de la vida… y del pasado.
Miré atrás y vi a Gaspar Sanz, músico… sí y catedrático; Alfredo Kraus Tenor… sí y catedrático; García Abril compositor sí y profesor en el Real Conservatorio de Madrid, entre otros… y así etc.
En este país sobran los dedos de una mano para contar los concertistas de primera línea que salen cada año, y sin embargo salen cientos de licenciados en los conservatorios superiores de música… ¿Licenciados? ¿Acaso un abogado, un médico, un ingeniero, no salen buscando trabajo locamente nada más acabar la carrera? El músico, en este país, cuando acaba, se toma, cuando menos, un año sabático… Y hablo de mi tierra, de mi conservatorio, donde lo he visto y oído a más de uno. Se quema la gente sin salir del horno todavía, se frustran sus ilusiones y finalmente hay que irse de aquí para poder triunfar en este mundo del ‘arte’ y poder decir soy «artista«, porque siempre se tiene tendencia a tener otra idea de lo que es un amante del arte.
Cuando se hunde el desván de los sueños rotos… solo cabe pensar que la esperanza es la última llama que se apaga, y que prenderá las demás, agotadas en el olvido, y un día, Dios quiera que sea pronto, la esperanza alumbrará de nuevo la ilusión, el deseo, la pasión, el entusiasmo y tantas llamas olvidadas en el desprecio y la indiferencia.
Confiemos en que sí sea, para el mayor bien de todos y del arte que vibra en nuestros corazones…