Escenarios, 92
‘El nombre’ es un título contundente para una obra ligera, la comedia que se está representando esta semana en el zaragozano Teatro Principal. Se trata de una versión de Jordi Galcerán sobre el original francés de Matthieu Delaporte y Alexandre de la PatelliÁ¨re, que tuvo mucho éxito en su país y dio pie incluso a una película. Amparo Larrañaga, Jorge Bosch, Antonio Molero, César Camino y Kira Miró son los protagonistas bajo la dirección de Gabriel Olivares.
Un grupo de amigos, la mayoría familia o casi, organiza una cena para celebrar la próxima llegada del bebé de una de las parejas. Durante los primeros momentos asistimos a la presentación de los personajes. Cuando el futuro padre, Vicente, a quien interpreta Jorge Bosch, responde a la pregunta del nombre escogido para el bebé que llega, un chico, su respuesta deja a todos sorprendidos e indignados. Se inicia un encendido debate, entre bromas y veras, que acabará creando enfrentamientos y descubriendo secretos, con más comicidad que dramatismo.
El público aplaude sucesivamente porque el texto es ágil, las ocurrencias y los gags son continuos, y la situación se va encrespando hasta extremos inesperados. El éxito de la función reside en que lo cotidiano hace surgir conflictos y sentimientos ocultos, que permiten a los espectadores identificarse con buena parte de las cuestiones planteadas.
La adaptación de Jordi Galcerán está bien conseguida, recurriendo a fórmulas de fácil comprensión para el espectador español, aunque existan también varios tópicos. El texto original francés está lleno de localismos, que no siempre son fáciles de trasladar, por lo que la versión tiene su mérito.
El decorado parece de inicio un tanto abigarrado, pero a lo largo de la representación se va encontrando la utilidad de cada uno de los espacios, porque sin variar la localización se permite una dinámica que juega con las alternativas de la trama.
Todos los actores están a un gran nivel, destacando Amparo Larrañaga, como Isabel, la anfitriona, sobre quien gravita el peso de la comedia a pesar de sus constantes desapariciones de escena. Su último parlamento atropellado resulta un tanto agobiante, como ya lo han sido, aunque menos, las conversaciones telefónicas con su madre. Hay que decir, sin embargo, que retrata bastante bien la frecuente actitud de quienes hablan sin escuchar al interlocutor.
El espectáculo tiene unos apoyos videográficos, tanto al inicio como al final, que presentan primero y resuelven después los preámbulos y las conclusiones de este encuentro familiar, recomendable a todas luces para pasar un buen rato.
Mérito importante del versionado es el manejo del lenguaje, con analogías, concatenaciones, ironías y dobles sentidos que hacen las delicias de quienes disfrutan con ello.
Un pequeño respaldo musical en determinado momento, acompaña bien el carácter emotivo de la escena en la que Carlos, interpretado por César Camino, declara sus amores secretos.